Pedro Peñaloza
“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad,
es hora de empezar a decir la verdad”.
Bertolt Brecht
Claudia Sheinbaum tendrá un gran problema para gobernar a partir de octubre. Los grilletes colocados por López Obrador durarán hasta que se atreva a romper con su mentor. No lo hará, tiene pavor. Sabe que no cuenta con los suficientes cuadros aún para librarse del manto tabasqueño, además, sabe del carácter vengativo de éste y el fundamentalismo que recorre las venas del “movimiento”. Es decir, sin una ideología lo único que fundamenta el partido son los humores del “Líder”.
La agenda previa a octubre ya fue impuesta por AMLO. La reforma al Poder Judicial y el traslado de la Guardia Nacional a la Sedena son parte de los caprichos dictados el 5 de febrero pasado. Recordemos que ese catálogo de 20 iniciativas fue asumido inmediatamente, sin chistar, por Sheinbaum.
En esa misma dirección, la conformación de los miembros del gabinete es en su mayoría colaboradores de AMLO y leales a él. Es previsible que las asignaciones en Gobernación, Seguridad Pública, Educación, Bienestar, Defensa Nacional y Marina, tendrán el beneplácito del aún inquilino de Palacio. El poder será compartido, las carteras más relevantes no las decidirá libremente la nueva Presidenta.
No se trata de entrar al juego del remiso tapadismo que apostaba a la “autonomía” de los encargados del despacho, lejos de ello, lo que se vislumbra es un gobierno con franjas de debilidad y de abierta injerencia del gobernante saliente. A menos que la ingenuidad prevalezca en el análisis.
Dos temas marcarán el nuevo sexenio: la presencia abrumadora de las fuerzas castrenses y su grosero presupuesto, el cual ya está garantizado, al menos para el año entrante, incluidos todos sus privilegios, sin que Sheinbaum pueda influir; el otro rubro, es en materia recaudatoria, donde ya anunció que no habrá reforma fiscal, seguirá en la ruta de su antecesor, es decir, luna de miel con los segmentos más ricos del país, no obstante la ausencia de recursos para encarar los gastos prometidos en campaña y el déficit fiscal.
En contraste, Lula da Silva en Brasil, presentó una propuesta financiera el pasado 25 de julio en el “Grupo de los 20” para que los ultra ricos paguen un impuesto mínimo de 2% para garantizar una política redistributiva. Es más, hasta la directora del terrible FMI, Kristalina Georgieva, mostró su apoyo para incrementar impuestos a estos segmentos. Aquí no, el neoliberalismo de la 4T no lo admite. Sí, Sheinbaum está atrapada y sin salida, entre sus discursos y las imposiciones de AMLO.
@pedro_penaloz