Uriel Flores Aguayo
La tormenta populista que llegó en el 2018 a México, sigue degradando todo lo que toca. Se impulsa un anacrónico y ofensivo culto a la personalidad en términos casi religiosos. Se busca que su entorno sea un asunto de fe. Es degradante de la dignidad que se fabrique una popularidad. Todo gira en torno a eso. Son seguidores de una especie de secta sin misterio alguno, más bien vulgares depredadores del presupuesto y aparato público. Se promueve popularidad y todo se subordina a los delirios de grandeza. No vale la realidad ni la verdad. La omnipresencia en infinitos discursos y apariciones por todos lados persigue cubrir hasta el mínimo espacio informativo y de pensamiento. Es un movimiento de personajes mitómanos con poder. Piensan poco y quieren seguidores que no piensen nada. Lo suyo es la mentira y la demagogia envuelta en propaganda. Entre más exageran más hacen dudar a la gente sobre la lógica y lo racional de sus afirmaciones. Se basan en un ejercicio autoritario del poder.
Sin diálogo y respeto a los otros. Son de unanimidades y ocurrencias. Se benefician de los débiles contrapesos. Por eso pueden hacer obras sin sentido que van a terminar como elefantes blancos. Por eso quieren el poder absoluto.
Desean el totalitarismo. Sus propuestas constitucionales nos regresan cuatro y cinco décadas en sentido anti democrático. Sueñan con un sistema político con presidencia imperial, con otros poderes testimoniales, siendo juez y parte en las elecciones, con partido de Estado y pensamiento único. Tienen un rostro deforme y grotesco. Su perfil es de manipulación, de utilizar a la gente y tratarla con arrogancia. Le están haciendo un daño casi mortal a la convivencia nacional.
La personalidad narcisista de su líder, puesto así pues renunció a ser presidente de todos, los enajena y conduce al despeñadero. Tendrán poder y lo utilizan sin límite, pero todo es finito. Somos mucha sociedad para estas caricaturas dictatoriales. Con votos y una elección libre defenderemos nuestras libertades democráticas. Será su decisión si se manchan las manos de sangre. Impunidad no habrá. Tarde o temprano rendirán cuentas a la justicia. Es asombroso su epílogo: de aspiraciones de próceres a vulgares políticos bananeros.
Veracruz está peor. Aquí es similar en todo: lo mismo, pero más barato. Son una caricatura fea. Son imitadores chafas. En realidad, se comportan como una pandilla. No hay decoro ni mínimos de seriedad. Siendo frívolos han creído que el gobierno es una fiesta. Da vergüenza un gobierno tan infame y corriente. Harán falta toneladas de jabones cívicos para limpiar el rostro del humillado Veracruz a mano de estos analfabetas y perversos. Todavía están a tiempo los pocos decentes que ocupan cargos en este mal gobierno para saltar del barco de la ignominia. Habrá justicia.
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