Por Aurelio Contreras Moreno
A pesar del triunfalismo que quieren aparentar, la realidad es que el proceso interno de Morena para definir a sus candidatas y candidatos a las nueve gubernaturas que estarán en disputa en 2024 evidenció la debilidad con la que arriban a las campañas, con fracturas que aun cuando se intentan ocultar, jugarán un rol que llegará a ser determinante.
Quizás el caso más emblemático es el de la Ciudad de México. La imposición de Clara Brugada como “coordinadora de defensa de la transformación”, con todo y que fue ampliamente superada en las encuestas por “el policía” Omar García Harfuch, es una gran derrota para Claudia Sheinbaum, quien ni siquiera en el territorio que gobernó pudo decidir sobre su sucesión, imponiéndose en cambio el “ala dura” del morenismo. Y los deseos del presidente Andrés Manuel López Obrador.
No es poca cosa que una candidata presidencial con amplias posibilidades de ganar sea humillada de esa manera por su propio partido. Es un tremendo signo de fragilidad y ausencia de liderazgo que, por lo menos en este momento, no augura independencia de juicio ni autonomía de acción en caso de llegar a la Presidencia de la República.
La sombra de López Obrador, cuya megalomanía llegaría a la cúspide con una especie de “maximato” al estilo Plutarco Elías Calles el siguiente sexenio, opaca por completo a una Claudia Sheinbaum que de por sí inspira poca emoción hasta entre los morenistas, que pareciera estar enfadada la mayor parte del tiempo y que, como quedó demostrado con el fiasco del estadio Azulgrana, depende por completo del acarreo y de la movilización de las estructuras para llevar gente a sus mítines.
En otros estados donde habrá elecciones a la gubernatura, lo que terminó imponiéndose fue la disciplina. En Puebla, entre puro impresentable, el marinismo sin el “gober precioso” Mario Marín lleva mano en Morena en la figura de Alejandro Armenta, mientras que su primo Ignacio Mier simplemente “apechugó” y prefirió, como varios más, mantenerse dentro del régimen a ver qué le toca. Como sucede siempre con aquellos que no saben vivir fuera del presupuesto.
El caso de Veracruz también es sintomático. El “dedazo” para designar a Rocío Nahle como la candidata de Morena a la gubernatura lo que refleja es la debilidad de la zacatecana y su ausencia de arraigo en el estado.
Y es que la suya ni siquiera fue una candidatura interna realmente competitiva. Ni con todo el apoyo de los gobiernos federal y estatal pudo ganar de manera convincente. Le tuvieron que acomodar las cifras para que, aunque no ganara, salieran a decir que sí.
Como ya midieron que Rocío Nahle sí puede perder, se avecina en Veracruz una elección de Estado grotesca, abusiva y hasta delincuencial. La noche del mismo viernes que fue ungida, burócratas del gobierno estatal fueron enviados a “celebrar” el “triunfo” de la zacatecana en la plaza central de Xalapa. Claro, con la amenaza de la pérdida del empleo a quien se niegue.
Incluso, este domingo Nahle y el dirigente estatal de Morena Esteban Ramírez Zepeta fueron recibidos por el gobernador Cuitláhuac García en Casa Veracruz, la residencia oficial del titular del Ejecutivo veracruzano, quien no tuvo empacho en hacer promoción política de la candidata de su partido, distrayendo para ello recursos públicos, pues el inmueble se mantiene con dinero del presupuesto de la entidad.
Si existiese la unidad que presumen. Si tuviesen la fortaleza de la que se ufanan, nada de esto sería necesario. Pero una cosa es lo que dice la propaganda. Y otra la realidad, la cual conocen perfectamente.
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