“Lo mejor que el mundo tiene está
en los muchos mundos que el mundo contiene”.
Eduardo Galeano
En la noche del primero de abril se sabrá quién dirigirá la Facultad de Derecho de la UNAM. Siendo una de los recintos más grandes, diversos e importantes de la universidad, se vuelve trascendente la elección de director o directora, máxime en estos momentos donde se necesitan egresados críticos y reflexivos de la situación del país.
Se supone que para el nombramiento de los directivos de las facultades e institutos se valoran distintos elementos que garanticen que la mayoría de la comunidad se sienta identificada con la persona designada.
Desgraciadamente, al momento, no se cuenta con otros elementos que pudieran ayudar para interpretar las aspiraciones colectivas de las mayorías. Por ejemplo, un debate entre los finalistas sería una variable ilustrativa y pedagógica de gran importancia. Hoy se cuenta sólo con manifestaciones de apoyo y cartas individuales o colectivas dirigidas a la Junta de Gobierno. No me opongo a ello, pero resulta insuficiente y limitado.
Volviendo a la valoración global que debe hacer el Rector y la multicitada Junta, es pertinente plantear una interrogante clave: ¿Qué tipo de relación pretende tener el Rector en y con la Facultad de Derecho?
Si la respuesta del joven Rector es sensata y equilibrada (como tengo la impresión que es él), el nombramiento favorecerá a una de las dos mujeres propuestas en la terna, y de ellas, quien tiene la mayor experiencia en la Facultad y ha recorrido gran parte de la estructura académica y administrativa, Sonia Venegas, hoy Secretaria General, quien ha levantado la bandera de los derechos de la mujeres con genuina convicción.
Por si algo faltara, dicha aspirante propone un programa sólido, actualizado y de largo alcance, que abre posibilidades para el desarrollo integral de la comunidad estudiantil, académica y administrativa, con conocimientos de la dinámica y diversidad dentro de la Facultad.
Si existe otra visión del Rector, compartida por la Junta (que me niego a imaginar del economista Lomelí), al nombrar una opción lejana a la vida cotidiana de la Facultad, implicará una fisura institucional en la convivencia interna y una fase de desgaste innecesario que lastimaría la vida universitaria.
A unos días de la definición, es deseable que las autoridades tengan claro que su decisión debe contar con los elementos académicos necesarios y, sobre todo, la sensibilidad que exige el caso. El binomio debe ser: cambio con estabilidad. Se daría una buena señal para contrastar con los tiempos autoritarios. La UNAM tiene la obligación de dar un buen ejemplo. Ya veremos.
@pedro_penaloz