UN MUNDO PERFECTO (1993)

Por Hernández

 

A pesar de que no tiene un gran reconocimiento como otras películas de su extenso repertorio, Clint Eastwood nos entregó esta maravillosa cinta que se centra en la inocencia infantil, la calidez humana y la redención. “Un mundo perfecto” fue estrenada en 1993, contó con las actuaciones de Kevin Costner, Laura Dern y el propio Eastwood, quienes realizaron grandes interpretaciones para dar un contundente mensaje de perdón, el cual puede salir del corazón más puro, como el de un niño.

 

Todo inicia cuando Robert «Butch» Haynes (Costner) escapa de la cárcel del condado de Huntsville, Texas; en su huida, y al verse acorralado, tiene que tomar como rehén al pequeño Philip Perry (T.J. Lowther), quien pertenece a una familia disfuncional, pero que fue criado bajo los más estrictos preceptos de los Testigos de Jehová. Una vez juntos, secuestrador y secuestrado, la película toma un estilo tipo road movie, en donde se va creando el Síndrome de Estocolmo, ya que Butch en ningún momento piensa hacerle daño a Philip, por lo que este comienza a tomarle cierto cariño derivado, también, de la falta de una imagen paterna en su corta vida.

 

Avanzada la trama, “Un mundo perfecto” te propone a empatizar con la relación afectiva de Butch y Philip, la cual se fortalece por las enseñanzas, los juegos, las actividades peligrosas (como el viajar arriba del toldo del automóvil), el pedir dulces disfrazado de Gasparín, entre otras situaciones que el niño disfruta con la inocencia de su edad y la permisividad del adulto, todo esto, en el contraste de que aún se mantiene prófugo de la ley y de que la sociedad piensa que en cualquier momento puede matar a su rehén, lo que lleva a Butch a la situación de encontrarse en un dilema moral de regresar al niño con su mamá o de seguir usándolo como «escudo” contra los policías.

 

“Un mundo perfecto” demuestra que la calidez humana sí está presente en las personas, solo que en unas hay que buscar un poco más profundo en sus almas, ya que ahí se pueden encontrar las decisiones de vida que no necesariamente nos tienen que favorecer a nosotros, sino que pueden ayudar a quienes de verdad lo necesitan para darles un aliento de felicidad que les podrá cambiar la vida para siempre.