La intolerancia, la estupidez y el fanatismo
pueden combatirse por separado,
pero cuando se juntan, no hay esperanza.
Albert Camus
El juego de espejos es para incautos o para dogmáticos creyentes de la pureza de los dueños de Morena. De poco han valido las palabras conciliadoras de Claudia Sheinbaum ante el avasallante discurso del aún inquilino de Palacio.
Una transición es: un gobierno que no termina por irse y otro que no llega. Este periodo es una prueba, donde un hombre mesiánico intenta imponer el camino a la nueva presidenta. AMLO no va a dejar pasar la oportunidad de tener la mayoría calificada durante un mes, presionando para que se aprueben sus últimos caprichos y venganzas.
La realidad que hoy enfrenta la virtual ganadora es compleja, tiene que marcar diferencia con López Obrador impulsando su visión y a la vez lidiar con las iniciativas que AMLO anunció el 5 de febrero, esto marcará su fortaleza o fragilidad.
La clave está en: ¿cuándo y cuáles? López Obrador quiere que se apruebe prioritariamente la reforma al poder judicial antes de que se vaya el primero de octubre. Por cierto, su método electivo de los ministros y jueces es bastante bizarro. Ya nos referiremos a ello en otra entrega.
Más allá de lo anterior, que sí es importante, lo que está en juego es el ejercicio del poder de la próxima titular del poder ejecutivo. En esta especie de interregno se están exhibiendo las ambiciones de quien se considera el albacea del triunfo de Sheinbaum y que no duda en cobrar sus “servicios”.
El fondo también tiene que ver con la lealtad, sí, todo lo que le debe Sheinbaum a su inventor y, de manera subyacente, el temor al poderío que tiene AMLO en las huestes morenistas, que son más obradoristas que claudistas.
Los riesgos ahí están. Dejar pasar la reforma al poder judicial tal como está diseñada tendrá dos efectos: el primero, exhibirá la debilidad de la presidenta entrante para el diseño de su agenda legislativa, aunque las encubra con “sus propuestas de campaña”; dos, el impacto que tendrá en algunos segmentos del capitalismo especulativo, que pueden influir en la inversión privada, tan necesaria en una economía maltrecha, con crecimiento mediocre y con las arcas más que limitadas que deja el gobierno saliente.
Sí, en efecto, todo indica que en septiembre veremos cómo la nueva presidenta hace lo que le impone su mentor. Sabe de su momentánea debilidad. No olvidemos que la élite del poder legislativo entrante la impuso AMLO. Así, el discurso “dulce” de Claudia se irá al caño.
@pedro_penaloz