- Para el ganador del Premio FIL, la literatura, al igual que la biología, no está hecha de una sola identidad: es una conversación, un proceso de transformación
Guadalajara, Jalisco, 2 diciembre de 2024.- Mia Couto, ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, acudió a su cita con uno de los espacios consentidos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara: el ciclo “Mil jóvenes con…”, que cada año se realiza como parte de las actividades de FIL Joven, con un público conformado en su mayoría por estudiantes de bachillerato.
La escritora Ave Barrera moderó la charla y comenzó diciendo que Couto nació en Mozambique, un país ubicado en África, que tuvo una historia marcada por el colonialismo portugués, una experiencia colonial similar a la vivida en América Latina. La lucha por la independencia de Mozambique culminó en 1975, tras años de resistencia contra la dominación extranjera.
Mia Couto no tomó las armas para contribuir a la independencia, pero sí tomó las palabras. Como periodista, se dedicó a narrar y a defender la lucha de su pueblo, utilizando su escritura como una herramienta para construir y reconstruir la identidad mozambiqueña. Aunque inicialmente estudió medicina, dejó esta carrera y se enfocó en la escritura, compartió Ave Barrera. Más tarde retomó sus estudios, pero esta vez en biología, lo que marcó profundamente su obra.
Por su parte, Mia Couto dijo que sus padres llegaron a Mozambique “huyendo de Portugal. Mi familia había dejado atrás una historia que yo nunca conocí del todo. Pero, por fortuna, mis abuelos y antepasados habitaban en mi memoria, aunque jamás los vi, ni los escuché, su presencia llenaba nuestra casa, porque las historias que me contaban mis padres lograron que mis antepasados estuvieran presentes y construyeran mi infancia”.
Couto recordó el día en que murió su abuelo. “Mi padre lloraba desconsolado, y mi madre me pidió que fuera a consolarlo. Él lloraba porque estaba lejos, porque su corazón estaba allá, no aquí. Esa mezcla de nostalgia y ausencia marcó mi manera de entender las historias. Me fascinaba escuchar esos relatos y darles vida en mi imaginación. Esa memoria de encantamiento, de personas ausentes, pero tan presentes, moldeó mi vocación como escritor, más que el hecho de ser hijo de un poeta”.
El ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024 dijo que, para él, “la literatura es la vida misma; es el tejido de historias que compartimos entre nosotros. Es el espejo de quienes somos y de lo que hemos perdido, una manera de preservar aquello que parece efímero y darle sentido a nuestra existencia”.
Cuestionado por Ave Barrera sobre su relación con la naturaleza, Couto explicó que en Mozambique la naturaleza no tiene fronteras. “No es algo separado de nosotros; es todo lo que somos. En mi país, la naturaleza es inseparable de nuestra identidad”. El escritor dijo que cuando estudiaba biología soñaba con trabajar con los grandes animales, pero la guerra civil en Mozambique lo llevó por otro camino: al estudio de las plantas.
“Los árboles me enseñaron más de lo que esperaba. Son entidades vivas con un lenguaje propio, capaces de resolver problemas con una sabiduría que nosotros, en nuestra ignorancia tecnológica, apenas comenzamos a comprender. Un árbol no es un ser individual; es un ecosistema en sí mismo. Alrededor de él, insectos, bacterias y otros seres conviven y colaboran de formas que nos asombran. Pienso en los árboles como una poesía viviente: se alimentan de la luz, algo que la humanidad, con toda su tecnología, aún lucha por entender y dominar. Pero los árboles lo han hecho siempre, de manera silenciosa y sabia. Este equilibrio natural, esta conexión entre todo lo vivo, es algo que debemos recordar: nosotros no estamos sobre la naturaleza; somos la naturaleza. Y en reconocer esto, tal vez encontremos el camino hacia una relación más armónica con nuestro planeta y con nosotros mismos”, dijo el escritor.
Sobre su nombre, Mia Couto contó que su madre le decía que, cuando tenía apenas tres años, ella alimentaba a los gatos de la casa y él se les unía. “Comía con ellos, dormía junto a ellos, y ella me decía con cariño: ‘Tú eres un gato’. Entonces decidí que quería que me llamaran Mia, como el sonido que hacen esos animales. Mi familia aceptó y al hacerlo me dieron el derecho de construir mi propio nombre, mi propia identidad”.
Para él, la literatura, al igual que la biología, no está hecha de una sola identidad. Ambas son una conversación constante, un proceso de transformación y reconstrucción. En cierto sentido, expresó, “somos como una casa que rehacemos continuamente dentro de nosotros. No somos sólo nuestro genoma; somos un ecosistema complejo y diverso. Cuando escribo soy mujer, niño, vulnerable, soy un ente sensible. Soy todo esto a la vez. La literatura permitió ser todas las personas y personajes que habitan mis libros. Sólo puedo escribir sobre ellos porque viven dentro de mí”, dijo Mia Couto.
© Cortesía FIL Guadalajara