Miguel Ángel Escobar Becerril
Agencia Reforma
Guatemala, Guatemala 14 enero 2024.- El Presidente electo de Guatemala, Bernardo Arévalo, tomará posesión hoy luego de diversos intentos por frenar la transición de poderes por parte de la Fiscalía del país.
Además, enfrentará los retos de reconciliar la lucha contra la corrupción, un Congreso mayoritariamente de oposición y un sistema institucional que ha demostrado un comportamiento adverso a su llegada al poder, según expertos.
Tras la primera vuelta de las elecciones generales en Guatemala en junio de 2023 y el balotaje, la Fiscalía inició acciones legales contra el proceso electoral, el Presidente electo, su Vicepresidenta, magistrados electorales, empleados y funcionarios del Tribunal Supremo Electoral y los ciudadanos guatemaltecos que recibieron, contaron y resguardaron los votos.
Apenas esta semana, la Vicepresidenta electa, Karin Herrera, tuvo que solicitar un amparo de protección ante informes sobre una presunta orden de aprehensión solicitada por la dependencia, quien la señala de haber incitado a estudiantes a tomar la Universidad pública durante un año.
Eduardo Núñez, analista político y director del National Democratic Institute en Guatemala, identifica tres retos que enfrentará Arévalo al mando de Guatemala.
«El Presidente Arévalo y su partido, el Movimiento Semilla, asumen con un mandato inequívoco: recuperar la lucha contra la corrupción del país. Este mandato le impone una agenda», dijo Núñez en entrevista con Grupo REFORMA.
Sin embargo, precisa que este mandato es también insuficiente, visto desde la perspectiva de las urnas, porque, si bien Arévalo ganó la contienda presidencial con un aplastante 58 por ciento en la segunda vuelta, la presencia legislativa y territorial de su partido es modesta.
Movimiento Semilla es la tercera minoría legislativa en el Congreso y tiene una baja presencia en Gobiernos locales a nivel nacional.
El segundo reto, en opinión de Núñez, será gestionar una relación de poder limitada o desfavorable.
«Los partidos que han conformado la alianza legislativa en los últimos dos periodos conservan una mayoría en el Congreso de la República», explica el analista.
«Por supuesto que hay una oportunidad de recomposición a través del establecimiento de alianzas políticas y parlamentarias, como es convencional en un régimen democrático».
El tercer reto se ubica dentro del contexto del país, que Núñez describe como una crisis crónica.
«No es una crisis que responde a una coyuntura específica, sino que viene acumulando un proceso de deterioro institucional y un proceso de deterioro de las condiciones de gobernabilidad que arrastra ya varios años. Eso se vio reflejado en el proceso electoral del año pasado», dice.
Agrega que, ante esta situación de crisis acumulada, una de las tareas fundamentales que le habría correspondido a cualquiera que llegase al poder sería llevar a cabo un proceso de recuperación institucional.
Por su lado, para José Antonio Melville, doctor en antropología y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, el reto implica lidiar con las estructuras tradicionales de poder que históricamente han obtenido beneficios extraposicionales.
«Si bien las élites tradicionales no están formalmente presentes dentro de las instituciones de Gobierno guatemaltecas, han conseguido colocar a algunos de sus representantes en posiciones que las dotan de influencia», explica Melville.
Como ejemplo, se refiere a las propuestas de gabinete de Arévalo como Jazmín de la Vega de Furlán, considerada para el Ministerio de Comunicaciones, quien ocupa un puesto en la Junta Directiva de la Cámara Guatemalteca de la Construcción y también se desempeña en el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF).
Igualmente, aunque en menor medida, se refiere a Anayté Guardado, propuesta para ocupar el Ministerio de Energía y Minas.
«La inclusión de estas personas no necesariamente es malo, al final la política es negociación, pero las agendas de cada ensamblaje pueden no ser tan flexibles. En términos de gabinete, hay paridad de género sin que se emprenda un camino hacia la inclusión de los pueblos originarios», dice el académico.
«En un país en el que arriba del 40 por ciento de las personas se identifican como indígenas, Miriam Roquel Chávez, Ministra del Trabajo, es la única que ocupa un puesto dentro de los 14 ministerios. Es triste, aunque no sorprendente dada la exclusión histórica a la que han sido sujetas las poblaciones originarias».
DOS VISIONES
En cuanto al sentir del pueblo guatemalteco por la transición gubernamental, Eduardo Núñez destaca que Semilla, al surgir de movilizaciones sociales de 2015, representa el restablecimiento de una agenda de combate a la corrupción e impunidad en el país.
De acuerdo con el analista, hay dos formas en que el pueblo guatemalteco ve a Semilla y la llegada de Arévalo al poder.
La primera es como una oportunidad de recuperación de la lucha contra la corrupción, de la justicia y la democracia, del no uso de las instituciones con fines políticos.
Un segundo grupo, según Núñez, ve a Arévalo como una amenaza, una posibilidad de que se restablezca un modelo de lucha contra la corrupción donde se usaba como herramienta para la persecución política.
«En general la gente tiene una expectativa de esperanza. Se ha instalado la idea de que la transición de Gobierno puede representar una oportunidad de mejora, aunque cada persona lo va a entender distinto», señala.
OPORTUNIDAD DE DIÁLOGO
Ambos especialistas coinciden en que una de las cosas principales que esperan de este Gobierno es una mayor apertura al diálogo y cercanía con la sociedad, en contraste con sus antecesores.
«Tanto Jimmy Morales como Alejandro Giammattei se ocultaron detrás de sus estructuras o medios amigos para evitar dar la cara al pueblo. Lo que espero de Arévalo, por ser quien es, es que no recurra a estas cobardes estrategias de ocultamiento», explica Melville.
«No digo que la sociedad civil será su aliada, pero ojalá que pueda ser considerada para dar golpes de timón».
Además, el doctor en antropología espera que el de Arévalo sea un Gobierno autocrítico, no sólo con sus propias acciones, sino con los problemas estructurales del país.
«Para distanciarse de sus antecesores, deberá enfrentar a la sociedad, rendirle cuentas. Al hacerla parte de su Gobierno, dialogar con ella y tratar o aparentar darle un lugar dentro de su agenda, podría beneficiarse del apoyo de ésta», dice.