- Reflexiones en torno a los atletas de alto rendimiento, las dinámicas sociales y políticas que generan los espectáculos deportivos y los estadios como símbolos nacionales
Carlos Ochoa Aranda
¿El deportista de alto rendimiento puede ser considerado como un trabajador? Al participar en el ciclo de mesas redondas que corre a la par de los Juegos Olímpicos, en el Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE), Giovanni Pérez Uriarte se hizo esa pregunta y respondió: “Desde mi perspectiva sí, son personajes que se especializan en desarrollar al máximo sus habilidades, deben entrenar de ocho a diez horas diarias, más todo un régimen de alimentación y un equipo médico”.
El licenciado en Estudios Latinoamericanos y maestro de Historia por la UNAM reflexionó en torno a la condición de espectáculo o servicio de entretenimiento de los Juegos Olímpicos. Planteó la necesidad por parte de los organizadores de las Olimpiadas de crecer la exhibición al colocar nuevos deportes en la palestra, sobre todo llegar al público adolescente y joven.
“Cuando en 2013 el Comité Olímpico Internacional se reunió en Buenos Aires, se consideró incorporar otras disciplinas deportivas que no son tradicionales, con el objetivo de atraer a generaciones más jóvenes; se referían a los llamados deportes urbanos, el skateboarding, escalada deportiva y el breaking, entre otros”.
Añadió que hay tres elementos a reflexionar con respecto al deportista de alto rendimiento: el daño físico, el deterioro psicológico y el vínculo con la dinámica del capital. “En el mundo de hoy, nunca es suficiente. Siempre tenemos que producir, hacer, generar, consumir más. Esa es la dinámica del capital en la que hoy vivimos”.
En tanto, Carlos Paredes, licenciado en Filosofía por la UAM, así como de Relaciones Internacionales en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, presentó el tema “México 68 en la construcción del soft power mexicano”, y comentó que “desde el ámbito político también se puede analizar el deporte y observar cómo ha contribuido al desarrollo de las naciones”.
Consideró que debe pensarse en dos teorías que han sido protagonistas. “Una de ellas es el realismo político, para la que el Estado es el único actor presente en las relaciones internacionales, es quien toma las decisiones y tiene que actuar, y no hay en ningún otro tipo de actor”.
En contraparte existe la teoría de la interdependencia, que considera que el Estado no es el único actor en las relaciones internacionales ni en la esfera pública. Según esta teoría, la cooperación es esencial para el desarrollo de los países.
El académico del Seminario de Historia de la Educación Física y los Deportes en México, del Instituto de Investigaciones Históricas doctor José María Luis Mora, expuso que “así surge el concepto de soft power, donde el poder no se ejerce mediante la fuerza, sino a través de herramientas civiles, culturales, diplomáticas, deportivas y otras, utilizando buenos oficios y mediación para llevar a cabo este ejercicio de poder”.
Habló de la llamada geopolítica popular, la cual llega al ciudadano común y se presenta en la opinión pública. Esta, dijo, es clave para entender cómo funciona el soft power en los Juegos Olímpicos, ya que las ideas y concepciones transmitidas por los medios de comunicación nos generan opiniones sobre la vida, la cultura, el deporte y la política en otros lugares.
Por su parte, Eduardo Antonio Pérez Torres, licenciado y maestro en Geografía, además de doctor en Educación, aseveró, en su ponencia “Juegos Olímpicos y globalización: El deporte como una manifestación cultural en los siglos XX y XXI”, que la cultura abarca todas las actividades humanas, incluyendo el deporte, el cual ha sido una parte integral desde la antigüedad.
Recordó que, aunque las actividades físicas han existido por miles de años, el deporte como tal surge con la Revolución industrial, cuando se profesionalizan ciertos ejercicios físicos, convirtiéndose en espectáculos por los cuales se paga tanto para jugar como para ver.
Destacó que el deporte no sólo se practica en un lugar específico, sino que también está profundamente conectado con la identidad cultural de esos lugares. “Los estadios, por ejemplo, son símbolos de orgullo local y nacional. Desde el Estadio Nacional de México, en la colonia Condesa, hasta el icónico Estadio Olímpico de Montreal reflejan la identidad y las aspiraciones culturales de las ciudades y países que los albergan”.
FUENTE: UNAM