Por Aurelio Contreras Moreno
Cuando Cuitláhuac García –con el aval, si no es que la instrucción directa de Rocío Nahle- lanzó a la Fiscalía General del Estado contra los Yunes -en ese entonces todavía panistas- para impedirles, vía una persecución judicial, que asumieran sus cargos legislativos, no se imaginaba el enorme favor que iba a terminar haciéndoles.
Tenía acorralados tanto a Miguel Ángel como a Fernando Yunes Márquez, y probablemente también a su padre, Miguel Ángel Yunes Linares. Los tres, con carpetas de investigación abiertas por diferentes delitos, situación que los obligó a huir del país para evitar ser detenidos y, desde el extranjero, bravuconear –como acostumbran- con que no serían trofeo de Morena. Nadie imaginaba –ni Cuitláhuac- lo que sí terminarían siendo.
Algo ya se había pactado desde que Miguel Ángel Yunes Márquez regresó al país –luego de fingir una “dolorosísima” enfermedad en la espalda- para tomar protesta como senador, sin que lo estuvieran esperando los ministeriales de Cuitláhuac García en la puerta de la Cámara alta. La traición del yunismo estaba en curso, transada con quienes creen que la extorsión es una manera de hacer “operación política” y que enarbolan la honestidad únicamente en el discurso.
El pacto entre el yunismo y el morenato –del cual por supuesto que estuvo siempre al tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien necesariamente le dio el visto bueno- es tan evidente como la falta de escrúpulos de ambos bandos: impunidad y el cese de la persecución judicial en su contra, a cambio del voto que necesita el régimen para sacar adelante todas las reformas constitucionales que quiera. Y no solamente la judicial. Todas, como ya quedó de manifiesto que hará Miguel Ángel Yunes Márquez, quien de hacerse el macho alardeando balandronadas en redes, resultó ser solo un vulgar cobarde que, eso sí, al final se salvó de ir a la cárcel junto con su parentela.
Solo que esa nueva circunstancia elevó a precio de oro el valor político del yunismo. Ese voto que hace la diferencia para que el morenato cuente con mayoría calificada en el Senado logró no solo que se congelaran las causas penales en su contra, sino que han sido recibidos como cuasi héroes por el régimen, que los está premiando con prebendas que ni a sus propios militantes les concede.
En menos de un mes, Yunes Márquez pasó de ser un apestado a recibir las secretarías de dos importantes comisiones en el Senado de la República, las de Justicia y Energía, mientras se codea con la nueva élite que comienza a gobernar a partir de este martes 1 de octubre, incluyendo a la mismísima presidenta Claudia Sheinbaum, quien accedió a recibirlo para tomarse la foto y de esa forma, mandar el mensaje de que estaba oficialmente “perdonado”.
Esto tiene verdaderamente descolocado al morenismo en el estado de Veracruz, que sigue considerando a los Yunes como enemigos, sin que les falte razón para eso.
La gobernadora electa Rocío Nahle está que no la calienta ni el sol, furiosa porque se le abrió la puerta con bombo y platillo a quienes durante la pasada campaña electoral operaron la exhibición de su vida de lujos, no soportada por sus ingresos como servidora pública.
“En Veracruz nos reservamos el derecho de admisión”, clama Nahle por donde va, como si los patos pudieran tirarle a las escopetas. Y hasta se publicó una versión de una supuesta amenaza de renuncia a su militancia en Morena si se les obligaba a recibir a los Yunes en el partido donde dicen que “no roban, no mienten y no traicionan al pueblo”.
Pero los Yunes no necesitan entrar a militar en Morena. En los hechos, ya son parte del régimen del que ahora dan en llamar “segundo piso de la transformación”, reciben un trato privilegiado y está cantado que tendrán una vía electoral para que puedan buscar mantener sus cotos de poder.
El Partido del Trabajo sería esa alternativa para el yunismo. Todavía más pepenador y falto de ética política que Morena, en el organismo político que regentea Alberto Anaya desde hace casi cuatro décadas no tendrán empacho en darle espacio a los Yunes y sus candidatos, como ya lo aceptó el gerente de esa franquicia política en Veracruz, que sí tiene claro que no se manda solo.
De hecho, el éxodo ya comenzó. El ex alcalde yunista-panista de Ixhuacán de los Reyes, Everardo Soto Matla, se afilió al PT, donde no son precisamente quisquillosos ni “exclusivos” con la reputación de quienes reciben en sus filas. Si hasta la ex alcaldesa priista de Xalapa, Elizabeth Morales, está ahora ahí.
Al mismo tiempo, el yunismo busca mantener el control del PAN veracruzano y por lo pronto, evitó que se desapareciera a la actual dirigencia estatal, encabezada por un alfil suyo. Así que no le extrañe que pronto se hable de un “PAN guinda” en Veracruz.
No solo no los metió a la cárcel. La “ideota” de Cuitláhuac García de echarles encima a la Fiscalía les permitió a los Yunes obtener impunidad, tener influencia a nivel nacional y en una de ésas, de controlar dos partidos en Veracruz y mantener intactos sus feudos políticos.
Nadie sabe para quién trabaja.
Miserable hasta el final
Que en lugar de mandar ayuda real a Acapulco y aparecerse en la zona de desastre, prefiera autocelebrarse con una “pachanga” con cargo al erario el último día de su sexenio, muestra de cuerpo entero lo miserable que es Andrés Manuel López Obrador.
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