Alejandra Benítez
Agencia Reforma
Ciudad de México 17 agosto 2024.- El 12 de noviembre de 1996 la vida le cambió a Jorge Rodríguez. Mientras disputaba el partido de ida de las Semifinales del torneo de Invierno entre Santos y Toros Neza, sufrió una fuerte hemorragia nasal, apenas tenía 20 minutos en el terreno de juego y el técnico Alfredo Tena lo relevó al ver que el sangrado no paraba.
El lateral tenía 28 años de edad, estaba en su segundo año con el cuadro de La Comarca, en 1994 disputó el Mundial de Estados Unidos y su carrera en el futbol caminaba de manera brillante.
El partido se jugó a buen ritmo y luego de que Rodríguez picó por la banda para darle alcance a Germán Arangio, le vino un fuerte sangrado.
En la banca le pusieron un tapón nasal y comenzó a sentirse sin fuerza, la preocupación no lo dejó disfrutar el triunfo de 2-0 que Santos sacó de la cancha del Neza 86 con goles de Héctor Adomaitis y Gabriel Caballero.
Un día antes, en la concentración, presentó dolor de cuerpo y pensó que se trataba del inicio de una gripe.
Me dolían las piernas y sentía como que me iba a dar gripa, le comenté al doctor y me dijo que me tendrían en observación para ver si podría tomar parte en el encuentro, pero cuando uno está jugando una Semifinal, son partidos que no quieren perderse», recordó en una entrevista que dio a CANCHA en julio del 2000.
Rodríguez emprendió el viaje de regreso a Torreón muy asustado, le taponearon la nariz, pero la sangre no paraba, sentía los coágulos en la garganta y el médico no atinaba a entender qué ocurría, solo esperaban arribar al hospital para hacerle estudios.
Alfredo Tena, técnico del equipo lagunero, le preguntó en varias ocasiones si nadie lo había golpeado, el «Capitán» Furia estaba muy preocupado.
El primer examen que le realizaron arrojó un diagnóstico equivocado, se pensó que tenía hepatitis A, porque al estar desguanzado, amarillo y sin fuerza, insistieron en una dolencia en el hígado.
El lateral se perdió el encuentro de vuelta de las Semifinales en el que vencieron 3-2 (5-2 global) al cuadro astado.
Tampoco estuvo en la Final en la que Santos se impuso por global de 4-3 a Necaxa, para convertirse en el primer campeón en la era de los torneos cortos.
Desde la soledad de su habitación donde había sido recluido para guardar reposo, las lágrimas rodaron por las mejillas de Jorge cuando vio a su técnico y compañeros levantar el trofeo de campeón. Horas más tarde todos llegaron al hospital para llevarle la medalla de primer lugar.
La salud del lateral no mejoraba, le siguió una baja de plaquetas, realizaron nuevos estudios y al final afloró la verdad. Jorge Rodríguez tenía el síndrome de Fisher Evans.
Esta enfermedad ataca directamente las defensas y provoca una baja de hemoglobina y glóbulos blancos, por lo cual la única forma de medicación es a través de altas dosis de cortisona, la que genera efectos colaterales como retención de líquidos, aumento de peso y desgasta de articulaciones y huesos.
«Me dolía la cabeza de forma impresionante y no tenía fuerzas ni para levantarme, fueron días difíciles», explicó.
Jorge regresó a los entrenamientos, pero ya no era el mismo, la cortisona lo llevó a subir 13 kilos de peso, y de ser el primero en las pruebas físicas, pasó a ser el último.
Miguel Ángel «Zurdo» López quiso llevarlo al Zacatecas de la división de ascenso y en ese momento terminó su carrera en el futbol, su cuerpo ya no daba para ser un atleta de alto rendimiento, entendió que tendría que aprender a lidiar con su nueva condición.
Con 28 años de edad, con solo dos equipos en su currículum, un Mundial, una Copa Oro y una Rey Fahd, Jorge Rodríguez, quien fue catalogado por Hugo Sánchez como el mejor jugador de la escuadra mexicana en la Copa del Mundo de Estados Unidos, dijo adiós al futbol.
Dejó huella
En Toluca todos lo conocían, ex jugadores y directivos siempre tenían palabras de elogio para el «Mudo» Rodríguez quien debutó en la temporada 88-89 como delantero de los escarlatas.
Cuando Miguel Mejía Barón lo llamó a la Selección Nacional en 1993, lo ubicó como lateral-volante y no como delantero, que era su posición habitual con los choriceros.
Aunque el cambio descontroló al mexiquense, poco a poco le agarró cariño a su nueva posición, que fue donde mejor se desempeñó en su carrera.
Fue un hombre de pocas palabras, en las entrevistas sus frases eran cortas, siempre tímido huía de los reflectores, no era asiduo a las diversiones ni a las compras o paseos, le gustaba permanecer en el hotel de las concentraciones y esperar la visita de su esposa y sus padres.
Le tocó compartir cuarto con Hugo Sánchez y Marcelino Bernal, sus mejores amigos fueron Jorge Campos y Benjamín Galindo, quienes le llamaban por teléfono con frecuencia.
El «Brody» le dedicó el título de la Copa Confederaciones de 1999, después de levantar la Copa dijo que el trofeo era para un jugador al que muchos habían olvidado.
Rodríguez guardó con mucho cariño los recortes de los periódicos de aquel encuentro en el que estaban las declaraciones del acapulqueño.
En los años posteriores, trabajó para el gobierno del Estado de México, le dio batalla al mal de Fisher Evans por 28 años hasta el 8 de agosto, cuando falleció a los 56 años de edad.
Nombre: Jorge Rodríguez Esquivel (1968-2004)
Fecha de debut: Temporada 88-89
Posiciones: Delantero y Lateral
Equipos: Santos y Toluca
Logros: Campeón de la Copa de Oro 1993, Copa América ’95, Copa Rey Fahd 94 y Mundial de Estados Unidos ’94.