Uriel Flores Aguayo
Ofrecieron una transformación histórica, la cuarta en sus cuentas, y la regeneración de la vida pública de México. No supieron, no quisieron o no pudieron hacerlo. Han derivado en un gobierno de degeneración nacional donde se ejerce el poder en forma abusiva y anti democrática. En las entidades federativas los mandatarios son caricaturas del caudillo, con tendencias frívolas y perversas de alcances folklóricos y represivos.
El gobierno federal, los gobiernos estatales, la clase política oficial y su partido van en camino de tensión y ruptura con la convivencia nacional y la paz pública.
Los actos recientes del presidente son peligrosos y repudiables. Repugna su ataque sistemático a sus críticos, opositores y, en especial, a Xóchitl Gálvez.
Juega un papel ilegal e inmoral. Se muestra en su dimensión autoritaria. Es penoso verlo convertido en algo parecido a un Díaz Ordaz o desenvolverse como cualquier presidente de corte dictatorial. Nada lo frena.
Su entorno cercano está conformado por fanáticos del nivel de El Fisgón y Epigmenio Ibarra, ideólogos y propagandistas de fantasías y conspiraciones imaginarias. Impresionan personajes como esos: miserables, duros, fríos, irracionales, mentirosos y potenciales criminales. En general el discurso dominante se basa en las mentiras y en la carencia de escrúpulos. Siempre tienen otros datos. Viven del pasado y anuncian un futuro luminoso; se siguen considerando la esperanza de algo. Si la realidad no se ajusta a su visión seudo heroica, hay que pintarla con retórica y demagogia. No tienen mayor compromiso democrático, no respetan las leyes, no dialogan y combaten a la pluralidad. Sin ideología se mueven con consignas y ocurrencias. Salpican de lodo todo lo que tocan. Se creen dueños de México; si acaso nos conceden el derecho a besarles la mano. No piensan en ciudadanos, todos somos clientes y masas amorfas a la que elogian como el pueblo bueno. En algunos casos los grados de estulticia son materia clínica y ofenden la inteligencia de la gente. Derrochan millones y millones de pesos a los ojos de todos, pero tienen el descaro de negarlo. Se burlan de la gente, se creen vivillos. El derroche en publicidad y acarreos supone un brutal desvío de recursos públicos, actos de corrupción y compromisos a futuro con fuerzas oscuras.
Estamos ante una lucha vital de la verdad contra la mentira, de la libertad contra la manipulación y la dignidad contra el clientelismo. Plantean la competencia electoral como una guerra; no se les puede enfrentar con flores. Niegan nuestros derechos constitucionales y restan humanidad a quienes no les rendimos culto ni coincidimos con su proyecto. Es algo triste vivir en un país donde el presidente te ofende, donde solo piensa en el poder y una silla en la galería de los héroes nacionales. Son bananeros. De ser un estadista prefirió ser cabeza de partido.
Decepción total. Traiciona la democracia. Las elecciones del 24 no van a ser un día de campo, habrá caídos y convulsión. Ellos creen que México les pertenece, no conceden dignidad a los que no piensan igual. El otro, la prueba máxima de tolerancia, es un ser negativo y, en un descuido, un delincuente. Ofenden y se burlan. Quieren desmoralizar. Tienen el poder y lo ejercen con dureza, pero son un tigre de papel; en mucho son apariencia y simulación.
No debe descartarse que de las filas morenistas surjan posturas decentes y coherentes ante la degradación de la figura presidencial. Lo penoso del papel de AMLO, anacrónico y lastimero, afecta las posibilidades de las corcholatas. De ahí pueden venir rupturas. Eso hablando de lo electoral. Los brutales y grotescos ataques a Xóchitl Gálvez, obliga a definirse a sectores del morenismo. La pregunta es si están dispuestos a nadar en las cloacas en que están entrando el presidente y su grupo más cercano. La pregunta es si ya perdieron todo tipo de escrúpulos, si por un trabajo o algún programa están en condiciones de convertirse en seres viles y defender la degeneración del gobierno y su partido.
En estos casos, en que los líderes se vuelven despóticos irracionales, bastaría recordar a Hitler y a Díaz Ordaz, en sus filas destacan los fieles enajenados, los fieles ambiciosos, los tontos útiles y los portadores de la levedad del ser. Cada quien debe escoger el lugar que quiere ocupar ahora y en la historia. Estas películas ya las vimos. Tal vez ahora, la de la degeneración, sea más ruda y sangrienta, pero ya la vimos. Los nuevos en el poder, los huecos, los que no tienen trayectoria de nada piensan que eso que hacen es política y es un cambio. Son de chiste, pero peligrosos: no tienen límites y carecen de escrúpulos.
Es repugnante el ataque contra Xóchitl Gálvez; simplemente como ciudadanos no debemos quedarnos callados; guardar silencio nos envilece y degrada.
Recadito: Ojalá Monreal y Marcelo, tomen distancia de la miseria en que se está convirtiendo morena.