‘DE QUE VOY AL ESPACIO, VOY AL ESPACIO’

Ricardo Israel Sánchez Becerra                   

Agencia Reforma

Ciudad de México, 17 febrero 2025.- Ivana Millán, biotecnóloga de 25 años, quiere cultivar verduras en Marte y aprender sobre los efectos psicológicos derivados de viajar al espacio y vivir fuera de la Tierra.

 Dos inquietudes más que naturales para quien creciera viendo la serie televisiva Cosmos, de Carl Sagan, cuando regresaba de la escuela, y que al asomarse a la bóveda celeste a los 8 años con su primer telescopio supo que este planeta no bastaría para saciar su curiosidad.

 Su padre, un ingeniero industrial, en realidad no sospechaba de qué forma germinarían aquellos gestos que tenía hacia ella.

 «Creo que nunca se imaginó que eso iba a generarme una pasión muy fuerte por el espacio. Y al final no sé si se siente bien o culpable de haberme implantado un sueño tan difícil.

 «La mayoría de la gente sueña: ‘Voy a ser médico’, ‘voy a ser ingeniero’. Yo sueño con ser astronauta», comparte con firmeza en entrevista la joven originaria del Estado de México, quien ya ha dado algunos pasos importantes para encaminarse hacia tal anhelo.

 El primero, y el que considera que marcó un antes y un después, fue el entrenamiento que recibió en el International Air and Space Program de la compañía binacional Aplicaciones Extraordinarias Aeroespaciales (AEXA), directamente en las instalaciones de la NASA, durante una semana en el año 2022.

 «Realmente, nunca pensé que (ser astronauta) fuera algo a lo que podría acceder o hacer por ser mexicana y mujer.

 «Sin embargo, una vez que yo fui aceptada en este programa, me di cuenta de que había muchas chavas que tenían el mismo sueño que yo, y, por pura estadística, dije: ‘Alguna de nosotras lo tiene que lograr, y todas nosotras tenemos que esforzarnos por abrirle las puertas a la siguiente generación de niñas que quieran dedicarse a esto’.

 «De esa semana, yo me llevo mucha inspiración de las mujeres en la NASA y de las científicas de allá que nos inspiraban mucho a seguir persiguiendo ese sueño, aunque fuéramos mujeres, aunque fuéramos de Latinoamérica», continúa Millán, ingeniera en Biotecnología egresada del Tec de Monterrey.

 A esto se sumaría la experiencia que tuvo en noviembre pasado en el complejo Habitat Marte, en Brasil, donde junto a una compañera pudo vivir, a través de una misión análoga -una simulación-, las dificultades de la agricultura en el árido suelo marciano, y también cómo es la soledad a una gran distancia de casa, que es algo con lo que los astronautas deben lidiar.

 «Definitivamente, al principio ambas experimentamos problemas para dormir y esa sensación de querer regresar a tu casa; se sentía muy extraño estar en un ambiente tan diferente», reconoce quien se convirtiera en la primera biotecnóloga en participar en este complejo sudamericano.

 «Dentro de la simulación, hacíamos muchos ejercicios de reflexión sobre el Overview Effect, que es este momento en donde los astronautas ven hacia la Tierra y se dan cuenta de lo pequeños que somos, y eso los inspira y los motiva a hacer un cambio.

 «Entonces, creo que las dos regresamos como con una visión muy clara de nuestro propósito aquí en la Tierra», subraya.

 Y en cuanto a la misión principal, no está demás destacar que sí consiguieron hacer germinar algunas semillas, aunque no a la intemperie, sino bajo las condiciones controladas de una suerte de invernadero, al estilo de la cinta The Martian (2015), de Ridley Scott, ilustra Millán, para quien la biotecnología será clave en los viajes interplanetarios.

 «Por ahora, y por cómo está el estado del arte en la industria espacial, lo más óptimo sería generar estos invernaderos.

 «La idea es generar una mini Tierra dentro de Marte, y ahí cultivar estas plantas como cebollas, papas, pimientos, lechugas, tomates, que es lo que más sabemos cómo crece porque conocemos su código genético y conocemos todas las características que se necesitan para que crezcan bien».

 Millán, quien espera regresar a Estados Unidos para seguir formándose como astronauta, además de querer hacer una maestría con la cual afianzar su preparación como biotecnóloga espacial, apunta por ahora a Polonia, donde desea participar en una misión análoga, pero donde se simulan las condiciones lunares.

 Al final, tal y como se presenta en sus redes sociales -donde se dedica a hacer divulgación científica-, esto es apenas el principio para esta «futura astronauta».

 «Sí, algún día me encantaría llegar al espacio. Soy consciente de las limitantes, y sobre todo en un México que va cambiando y que no tiene o no siento yo que tenga esa claridad con respecto a dónde vamos en el futuro en el sector espacial.

 «Pero creo que, de que voy a llegar al espacio, voy a llegar al espacio algún día», afirma, entre risas, pero plenamente decidida. «Voy a seguir preparándome y entrenándome».

Mientras más mujeres, mejor

 Con lo que ha atestiguado hasta ahora, Millán, reconocida por Forbes México como una de las 100 mujeres más influyentes del País en 2022, no tiene duda de que es mucho más difícil para una mujer abrirse paso en la industria espacial.

 Y no, por supuesto, debido a una cuestión de capacidad, sino a problemáticas bien conocidas como la desigualdad o la falta de reconocimiento y de perspectiva de género. Además del inmenso e impostergable tema de la violencia.

 «Siempre y cuando siga habiendo violencia de género en los ambientes de trabajo, para nosotras va a ser más difícil progresar; ¿cómo podemos pensar en llegar al espacio si ni siquiera llegamos vivas a nuestras casas?», cuestiona la biotecnóloga mexiquense.

 «La gente a veces dice que la ciencia no es política, pero yo siento que sí, porque literalmente las políticas públicas y la diversidad de género son las bases para potenciar la ciencia. Mientras más mujeres estemos en la ciencia, mejor van a ser las investigaciones y más cosas podemos aportar a la humanidad».

 Y aunque se dice optimista dado el arduo trabajo que ella y muchas otras mujeres hacen para ir abriendo caminos, remarca que, sin programas especiales para el desarrollo científico en mujeres, sin ese impulso, poco se va a lograr.

 «Porque muchas veces ni siquiera es una cuestión de que no les guste la ciencia, sino una cuestión de estereotipos o cuestiones culturales, como por la familia: ‘No, pues tú no puedes estudiar porque necesitas quedarte a cuidar la casa’.

 «Necesitamos también empezar a modificar ese pensamiento que tenemos mucho en México. Y, obviamente, la parte de seguridad y equidad de género», insiste la joven.