Francisco Morales
Agencia Reforma
Guanajuato, México 26 octubre 2023.- Un estallido de funk resonó por todo el Auditorio del Estado y la compañía Dance Theatre of Harlem logró la noche de este miércoles lo insólito: hacer de la música de Stevie Wonder el medio ideal para el ballet clásico.
Al compás del órgano de Higher Ground -canción que da nombre a la coreografía de Robert Garland- los bailarines ejecutaron pasos de danza clásica y, de un momento a otro, los transmutaron en baile callejero y popular.
Podría decirse que precisamente eso está en el ADN de la compañía, fundada en 1969 por Arthur Mitchell, el primer bailarín afroamericano en formar parte del New York City Ballet.
«Su objetivo era hacerle llegar al afroamericano el ballet clásico», explicó en entrevista previa el colombiano Juan Carlos Peñuela, director de ensayos de la agrupación, una de las cartas fuertes de Estados Unidos como país invitado del 51 Festival Internacional Cervantino (FIC).
«El objetivo es que la danza llegue a todo el mundo, y Míster Mitchell lo que quería era eso: que no marginaran al afroamericano por su color de piel, a quienes no tenían las posibilidades para bailar ballet clásico».
Higher Ground, coreografía que se compone de seis canciones de Wonder de la década del 70, como himnos que nacieron del movimiento por los derechos civiles de la década anterior, recuerda decididamente al origen de la compañía.
Luego de su exitoso paso por el New York City Ballet, Mitchell se encaminaba a Brasil para fundar una compañía por invitación hasta que la noticia del asesinato de Martin Luther King, en 1968, lo convenció de quedarse a fundar una escuela y, luego, un ballet en su comunidad.
El método de enseñanza del bailarín guía, hasta la fecha, el estilo único de la agrupación.
«Cuando hacíamos las clases didácticas, él le decía a los niños que subieran y les preguntaban qué movimiento hacían cuando salían a bailar en la calle», recordó Peñuela.
Cuando los muchachos le mostraban sus mejores pasos, él les hacía ver el origen de los mismos.
«Entonces él les decía: ‘Ah, si tú miras, ése es un tombé pas de bourrée’, entonces él metía el vocabulario del ballet clásico al movimiento popular», abundó el director de ensayos.
Con su combinación de ballet clásico y pasos de baile popular, la coreografía de Garland, quien hoy es director de la compañía y discípulo de Mitchell, logra un despliegue de orgullo y de protesta ante la situación actual de los afroamericanos en Estados Unidos.
Así, mientras Wonder canta You Haven’t Done Nothing, entre las piruetas y los complejos pasos de danza, los bailarines ponen una rodilla en el suelo o levantan el puño, con gestos que recuerdan a las protestas del movimiento Black Lives Matter.
Antes de esa pieza central, la compañía había arrancado con otra coreografía de Garland, Cuarteto para cuerdas No. 2, a modo de celebración del movimiento en su estado más puro, a partir de la pieza musical de Michael Nyman que le da nombre.
«La belleza del movimiento del ballet clásico con un poquito más de soltura en el cuerpo», definió Peñuela.
Hoy compuesta por 18 bailarines de orígenes multiétnicos, la compañía busca que su repertorio abarque desde lo más clásico hasta lo contemporáneo, siempre con su sello estilístico.
Así, ante un Auditorio del Estado que aplaudió copiosamente, que a ratos pareció contenerse por etiqueta, los neoyorquinos cerraron con Blake Works IV, la más reciente de las colaboraciones entre el William Forsythe, uno de los coreógrafos fundamentales de esta época, con el músico de electrónica contemporáneo James Blake.
Surgida en la pandemia de Covid-19, para las pantallas, esta serie de piezas tiene como elemento unificador a la barra de ejercicios que fungió como único asidero de los bailarines durante el confinamiento.
Con este despliegue de diversidad y amplitud, pero sin olvidar su origen y estilo, la Dance Theater de Harlem continuó con la misión iniciada por Mitchell de llevar el ballet a todos lados.