GRITOS Y SUSURROS

Pedro Peñaloza

“No creo que cuestionar las cosas sea una enfermedad.

La obediencia ciega sin cuestionamientos es la enfermedad”.

Baruj Spinoza.

 

El mosaico político y económico de nuestro país transcurre con sorprendentes contradicciones, este actuar representa o define las políticas públicas y los discursos de la cúpula política. Así, el titular del ejecutivo federal puede, sin ningún rubor, lanzar insultos a quien se le venga en gana. Y, acostumbrados a rendir pleitesía al poder, la mayoría de los medios de comunicación los narran como una noticia más, sin ninguna crítica.

En este contexto, el inquilino de Palacio Nacional impulsa y desarrolla una intensa campaña de denuestos contra la candidata del bloque opositor. Por su parte, los organismos electorales reaccionan tímidos y timoratos, con alguna brizna de protesta.

López Obrador llena de ataques a la Suprema Corte de Justicia, en especial a su presidenta, motivando a su fanaticada a realizar juicios sumarios y linchamientos de todo tipo. Hasta un pequeño e ignorante gobernador viaja para pasear un ataúd alrededor de la sede de la SCJN.

El tabasqueño mayor declara, en sus misas de siete, que “no hay dedazo”, sin embargo, se reúne en un céntrico restaurante-librería, para dictar las reglas de su posible sucesor. Cita a los gobernadores morenistas, como si fueran empleados, para tenerlos de apoyo y testigos del poder metaconstitucional de un individuo.

Por su parte, en la acera de enfrente, un puñado de burócratas partidarios reproduce el modelo, con ciertos matices, y nombra a su candidata presidencial entre empujones y resbalones, presumiendo acuerdos y participación de la sociedad civil. Si Gramsci viviera, se volvería a morir. Por cierto, Xóchitl Gálvez es una candidata simpática y ocurrente, pero aún insuficiente para ganar franjas electorales importantes.

Ahora bien, después de la imposición del método obradorista y la unción de la aburrida candidata oficial, aparecieron las dos formas clásicas electorales del viejo priismo: presupuesto millonario para gasto asistencialista y el espectáculo de la añeja “cargada”. Pero esta vez, con un ingrediente importante que refleja el control del presidente: le impone a Sheinbaum los perdedores de la precampaña. Adán Augusto, ahora “coordinador político”, funcionando más bien como enviado plenipotenciario del “señor” para la toma de decisiones, el reparto de cargos y la operación electoral.

En el marco de este tinglado, Ebrard puja por hacerse indispensable y vender su presunto poder. Patético. Mientras, allá en el México terrenal y profundo, seguimos caminando entre tumbas y violencias múltiples. Pero, qué va, eso no es importante para quienes se dedican, de tiempo completo, únicamente a emitir gritos y susurros. Y lo que falta.

@pedro_penaloz