- La Secretaría de Cultura federal y el Inbal recuerdan al artista en el centenario de su nacimiento
- Su lenguaje artístico transitó por diversas etapas que abarcaron el muralismo, el arte cinético y la experimentación con diversos materiales y técnicas
La exploración incansable de materiales, técnicas y lenguajes es lo que distinguió el quehacer del muralista, pintor y escultor mexicano Federico Silva (1923-2022), quien este 16 de septiembre cumpliría 100 años.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan al reconocido artista, quien en 1995 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes; en 2010 la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y la UNAM le otorgaron, cada una, el doctorado honoris causa. En 2022 el Museo del Palacio de Bellas Artes le dedicó una exposición retrospectiva, la cual se montó bajo la supervisión del artista.
A lo largo de 80 años de carrera realizó cerca de media centena de exposiciones individuales y colectivas, conservándose una cuantiosa obra pública en Baja California, Ciudad de México, Tlaxcala, así como en Kingston, Jamaica; en Washington, Estados Unidos; Tokio, Japón; Estocolmo, Suecia; Ciudad Real la Mancha, España; Ville de Pathenay, Francia.
Desde joven manifestó su interés por el arte, sin embargo, antes de decidirse por este camino realizó estudios de medicina, veterinaria, derecho y antropología. Fue durante sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, en San Ildefonso donde entró en contacto con el muralismo, al ver La creación (1922), obra que Diego Rivera pintó en el anfiteatro de ese inmueble.
Autodidacta, sus habilidades e inquietudes lo llevaron a conocer a David Alfaro Siqueiros, de quien se convirtió en ayudante en 1944 y colaboró para el mural La nueva democracia en el Palacio de Bellas Artes. Sobre este artista comentó:
“Siqueiros me enseñó la humildad del trabajo en el quehacer cotidiano. Un día llegó Pablo Neruda y me invitaron a comer. Yo estaba impresionado por el gran personaje con el que Siqueiros tenía una relación fraterna. Bellas Artes era un espacio maravilloso porque llegaba la juventud a ver lo que se hacía.”
A partir de entonces trabajaría de lleno como artista, montando su primera exposición individual en 1945 en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor. Su afiliación a la Escuela Mexicana de Pintura y el muralismo, que le permitirían expresar no solo sus inquietudes estéticas, sino sus preocupaciones sociales y políticas, lo llevó a realizar varias obras murales, como La lucha del pueblo mexicano a través de su historia (1949) en la antigua sede del Conservatorio Nacional de Música, o La técnica al servicio de la paz (1953) en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional.
En la década de los sesenta, tras su viaje a Europa, irrumpió en la escena artística de México con las primeras obras de arte cinético. Sobre esta etapa, el reconocido artista de la Ruptura, Manuel Felguérez, recordó en su momento:
“Hemos tenido acercamientos y alejamientos. Él era heredero de la Escuela Mexicana de Pintura, pero luego resultó más radical que nosotros. Se supo que un día agarró sus cuadros viejos y los desbarató, como para liberarse de un pasado y empezar un nuevo camino”.
Desde entonces, Silva recorrió un incesante camino de investigación y búsquedas, tanto en la pintura como en la escultura monumental, integrando nuevos materiales, como espejos, motores, láminas que le permitieron experimentar con las imágenes, la luz, el color y el movimiento.
En sus obras, el sonido y la música también fueron piezas clave de su exploración. Junto con el reconocido compositor mexicano, Manuel Enríquez, incorporó música para una serie de 40 piezas expuestas en 1969 en el Museo de Arte Moderno, bajo el título Arte cinético.
Asimismo, los jóvenes en general y las nuevas generaciones de artistas, en particular, fueron una preocupación que el artista expresó contantemente, como lo hizo al recibir la Medalla Bellas Artes, en 2016:
“Bellas Artes es una institución atemporal que ha albergado pintores, músicos, poetas y muchos jóvenes artistas, es una casa abierta por donde han pasado los más grandes artistas de México y muchos de los grandes del mundo. Deben impulsarse proyectos imaginados por los jóvenes artistas, que es en donde están los cambios, la rebeldía y la innovación, el futuro de las artes”.