Por Héctor Guerrero
Sin ser para nada experto en democracias o dictaduras nacionales o internacionales, mucho menos especialista en procesos electorales controlados por el estado, nacionales e internacionales, podemos tener una idea mas o menos clara de lo que sucede en Venezuela, porque la información que nos llega de uno o de otro bando para justificar o denostar los resultados “oficiales» de las pasadas elecciones en aquel país, lo aterrador no es lo que el chavismo le ha hecho a Venezuela, sino las similitudes con lo que hemos visto aquí desde hace muchos años.
Y lo digo como un simple observador, luego de ver que el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano le adjudicó la victoria a Maduro con un 51.2% de los sufragios, frente al 44.2% del opositor Edmundo González Urrutia, apoyado por la líder María Corina Machado, inhabilitada para concurrir a las elecciones.
En nuestro vecino país existe algo que se llama “Chavismo”, un movimiento político fundado por Hugo Chávez, que ha mantenido una influencia significativa en Venezuela, incluso después de su muerte en 2013.
Hoy día, bajo el liderazgo de Maduro, el chavismo ha seguido una línea autoritaria, con un control férreo sobre las instituciones del estado y una fuerte resistencia a las reformas democráticas.
A pesar de las crisis económicas y políticas, el chavismo ha logrado mantenerse en el poder gracias a su control del aparato estatal y las fuerzas armadas.
El chavismo ha utilizado una combinación de ideología, represión y clientelismo para consolidar su poder. La retórica antiimperialista y la defensa de la «revolución bolivariana» siguen siendo elementos centrales del discurso de Maduro, a pesar de la creciente insatisfacción popular debido a la crisis económica y humanitaria en el país.
Desde su ascenso al poder, Maduro ha sido acusado de manipular los procesos electorales para asegurar su permanencia en el poder. Estas acusaciones se han intensificado con cada ciclo electoral, incluyendo las recientes elecciones, cuyo desarrollo y resultados continúan bajo sospecha a unos días de haberse realizado, ahora con la amenaza de detener y encarcelar a Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, los líderes de la oposición.
La inconformidad de la gente lleva también varios días, decenas de opositores han sido detenidos, las manifestaciones de descontento han acabado en represión por parte del autoproclamado ganador, que operó con el cinismo y el descaro del viejo y del nuevo y del casi desaparecido PRI y de los que hoy ostentan (y ostentarán), el poder en México. Nada nuevo bajo el sol.
Es más, yo sé de secciones sindicales petroleras que recientemente realizaron su proceso electoral, donde Maduro estaría orgulloso de las porquerías que se hicieron ahí, ordenadas por Ricardo Aldana, pero como decía la abuela odiosa de la TV, esa es otra historia.
Diversas fuentes periodísticas señalan que existió manipulación del Consejo Nacional Electoral (CNE) , encargado de organizar y supervisar las elecciones, por estar bajo control del gobierno, pues en Venezuela, también votan fallecidas o inexistentes.
Además, el uso de recursos del estado ha sido otra táctica común. Se han reportado casos donde los recursos públicos, incluidos los medios de comunicación estatales, se utilizan para promover la candidatura de Maduro, dándole una ventaja significativa sobre sus oponentes.
Esto incluye la difusión constante de propaganda gubernamental y la limitación del acceso de la oposición a los medios de comunicación.
La coacción y cooptación de los votantes también han sido métodos empleados. Informes han indicado la intimidación de votantes, la compra de votos y el uso del Carnet de la Patria para controlar el voto. Este carnet, que se presenta como un sistema de identificación para acceder a programas sociales, se ha utilizado para monitorear y presionar a los votantes para que apoyen a Maduro.
La manipulación de actas y resultados digitales también ha sido denunciada. Informes sugieren que las actas de votación han sido alteradas y los resultados digitalmente manipulados para asegurar la victoria de Maduro. Esta manipulación incluye la alteración de cifras y la creación de votos ficticios.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se destacó por declarar su apoyo a Maduro, argumentando que las elecciones fueron legítimas y reflejan la voluntad del pueblo venezolano. AMLO afirmó: «Nosotros respetamos la soberanía de Venezuela y creemos que las elecciones han sido transparentes y justas.»
“No tengo elementos, o sea, no hay pruebas en el caso de Venezuela. Nosotros sí teníamos muchas pruebas”, aseveró López Obrador, que señaló que “ningún país extranjero” exigió “transparencia” y acusó a los corresponsales internacionales de entonces de estar “a favor del fraude”.
“A Calderón le dije que, si no contaba los votos, iba a quedar la sensación de falsa y de que, cuando se hace un fraude, esta mancha no se borra ni con toda el agua de los océanos”, explicó el presidente.
Y de ahí para abajo, todos sus funcionarios quedaban y medios afines le siguieron el discurso.
Esta postura contrastó con la de muchos otros líderes internacionales y organismos que denunciaron las elecciones como fraudulentas. El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, declaró: «Tenemos serias preocupaciones de que el resultado anunciado no refleje la voluntad o los votos del pueblo venezolano»
La situación electoral en Venezuela es una combinación de manipulación institucional, represión política y control de recursos del estado para mantener el poder. Las críticas y acusaciones de fraude electoral deslegitiman aún más tanto a nivel nacional como internacional, aislando aún más al gobierno de Maduro y exacerbando la crisis humanitaria y económica en el país.
Veremos cómo se da y en que termina este proceso, mientras tanto después de lo que he visto a través de los años, puedo decir, con respeto a los venezolanos, ¡qué bueno que no somos Venezuela! … todavía.
Pero créanme, he visto con mis propios ojos brotes de esa semilla en el suelo que piso.
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero