Pedro Peñaloza
“El bienestar del pueblo siempre ha sido la excusa de los tiranos”.
Albert Camus
Estamos ante el final del gobierno de López Obrador y sus venganzas a los críticos se intensifican. En efecto, vivimos los coletazos de un personaje autoritario que se vestía con los ropajes de un estoico demócrata y que era víctima inocente de intereses malévolos y retrógrados.
Tuvimos que verlo en la silla presidencial para conocer la verdadera personalidad de quien replicó las peores prácticas de sus antecesores. El comportamiento de AMLO a lo largo del sexenio ha sido errático, lleno de ocurrencias y desplantes, de caprichos disfrazados de políticas públicas. El interés por la inmediatez con tufos electoreros se debe a las ansias del tabasqueño por coronar su sexenio bajo la mayor popularidad, alistar sus mega obras y otorgar la banda presidencial a su alumna más avanzada, todo para asegurar su “legado”.
Es decir, el proyecto de nación de Morena siempre tuvo como único eje lo que piensa y desea López Obrador. Todo animado por su pelotón de bufones. Noroña, Monreal, Ebrad, Epigmenio, Zaldívar, Delgado, que se contentan con cualquier mendrugo. Simples cirujanos del presupuesto
AMLO, con toda la fuerza de su investidura, tiene la tarea de callar cualquier voz crítica e imponer a su candidata, aunque esto signifique violar las normas electorales. Si llegó a la silla presidencial con miles de votos que gritaban acabar con los privilegios, llega al fin de su mandato poniéndose por encima de la Ley.
Él se asume como la voz del pueblo, sólo él defiende los intereses de la gente, la reencarnación de Juárez y Madero, por ello se encuentra un escalón por encima de la propia Constitución. Él reparte justicia y le urge que se lo agradezcan, por eso hará su gira de despedida. Necesita la pleitesía, la caravana, la abyección, son los alimentos proteicos de quien únicamente piensa en santificar su presencia. El rancho puede esperar, para desde ahí repartir sabiduría.
Todo esto justifica denostar a quienes considera “enemigos”, contrarios a la “transformación”, porque a él lo ampara la razón histórica, heredada por los quijotescos paladines que lo ungieron como su representante insustituible. Que lo pusieron en Palacio para ser su albacea. Faltaba más.
La acusación contra María Amparo Casar, distribuyendo sus datos personales, lanzándola a la jauría del juicio popular, lo dibuja de cuerpo entero. Presume y blande su espada justiciera.
Le quedan aún 5 meses al tabasqueño para perseguir a los traidores y exhibirlos con odio y sin límite. Sheinbaum promete el segundo piso de esta descomposición. ¿Alguien sensato quiere más de esto?
@pedro_penaloz