- Problemática mayúscula que debe ser atendida: Amparo Martínez, del ICAyCC
- La UNHCR señala que entre 2008 y 2022 el promedio anual de migrantes y emigrantes desplazados por efectos del cambio climático fue de 24.5 millones; sin embargo, estima que en 2022 la cifra se disparó a 32 millones de personas
Rafael Paz
Los efectos del cambio climático en el planeta –sequías extremas, carencia de agua, devastaciones– se han convertido en una de las principales razones por la que millones de personas alrededor del mundo migran a zonas menos afectadas dentro de su país o deciden emigrar hacia alguna otra nación.
Por ejemplo, en el reporte de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR, por sus siglas en inglés) ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, respecto de la solicitud de Opinión Consultiva sobre la Emergencia Climática y Derechos Humanos de la República de Colombia y la República de Chile, la UNHCR apunta lo siguiente:
“Cada año, desde 2008, se estima que un promedio de 24.5 millones de desplazamientos han sido ocasionados por peligros repentinos relacionados con el clima, como inundaciones, tormentas, incendios forestales y temperaturas extremas.”
Y añade que “casi dos tercios de todos los solicitantes de asilo recién desplazados y los refugiados en 2022 provienen de 15 países que son altamente vulnerables a los impactos del cambio climático. Además, casi el 60 % de los refugiados y personas desplazadas internamente por conflictos ahora viven en naciones que se encuentran entre las más vulnerables al cambio climático”.
No obstante, subraya la UNHCR, aunque el promedio anual ha sido de 24.5 millones, estima que durante 2022 (https://www.unrefugees.org/news/how-climate-change-impacts-refugees-and-displaced-communities/) este tipo de refugiados se disparó a 32 millones, y menciona:
“En 2023 las temperaturas globales alcanzaron nuevos máximos históricos y el año estuvo marcado por decenas de incendios, inundaciones e intensas tormentas en todo el mundo. El cambio climático es la crisis definitiva de nuestro tiempo y sus impactos los experimentan de manera desproporcionada las personas en situaciones vulnerables.”
Escenario catastrófico
Para el Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR, por sus siglas en inglés), “dependiendo del escenario, el cambio climático obligará a desplazarse entre 210 y 320 millones de personas, la mayoría dentro de sus propios países”. La cifra podría aumentar o disminuir, señalan los investigadores del estudio (https://cepr.org/voxeu/columns/ climate-migration-frightens-climate-poverty-frightening), en función de las medidas que se tomen en el corto y mediano plazos para combatir la crisis climática.
Además, el problema podría empeorar hasta ocasionar un mayor número de desplazados, ya que de acuerdo con su análisis: “centrándonos en el escenario intermedio, el cambio climático reducirá el ingreso por trabajador en un 15 % en las naciones cercanas al ecuador y lo aumentará en un 10 % en latitudes más altas. Por tanto, la brecha de ingresos entre los países más ricos y más pobres aumentará un 25 % en el transcurso del siglo XXI. El cambio climático aumenta en 0.5 puntos porcentuales la proporción de la población mundial que vive con menos del 2 % del nivel medio mundial de ingresos”.
La Organización Internacional para las Migraciones indica que, según sus cálculos, de no implantarse acciones que combatan el cambio climático, en América Latina y el Caribe cerca de 113.5 millones de personas estarán expuestas a los efectos más severos del cambio en los patrones de clima para 2090.
Poca preparación
Para Amparo Martínez Arroyo, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM, las migraciones siempre han sido parte de la historia de la humanidad; no obstante lo que se vive actualmente es una problemática mayúscula que debe ser atendida a la brevedad. “La migración es un mecanismo de adaptación al cambio climático sólo cuando han fallado todos los demás”, explica.
Aunque, argumenta la investigadora, la problemática no está sólo ligada al cambio climático: las tendencias sí parecen estar incrementándose, pero no es culpa de aquél, sino que es una cuestión que se encuentra directamente relacionada con la preparación social frente a los riesgos que hay en cada zona, lo que implica el conocer cuáles son los riesgos climáticos y ambientales a los que los migrantes están expuestos. “Debemos ver cuáles son las condiciones que tienen para enfrentarlos y hacer una estrategia para reducir esa vulnerabilidad y no estar tan expuestos a los daños y así poder estar protegidos”.
Es un punto en el que coincide Úrsula Oswald Spring, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, ya que los números apuntan que alrededor del mundo no se han hecho los preparativos necesarios para evitar mayores afectaciones.
“La aseguradora Swiss Re calcula que en los últimos 30 años se ha incrementado anualmente un 7 % el gasto de seguros por huracanes y tormentas. En 2023, la misma compañía estimó que en los últimos cinco años se han gastado cerca de 32,000 millones de dólares, el doble de los últimos 10 años, por daños ocasionados por tormentas extremas. Y esto, claro, en países vulnerables como el norte de Centroamérica y el sur sureste de México, ha causado desde 2020 una enorme migración hacia Estados Unidos, a pesar de cerrar su frontera.”
“Las migraciones pueden ser ordenadas y programadas”, sugiere Martínez Arroyo, “para que tanto la población que recibe como la que migra tengan protegidos sus derechos y no se complique todo cuando sea en la última instancia.”
¿Por qué no se han tomado más medidas?
Hechos recientes, como el huracán Otis en Guerrero, argumenta Oswald Spring, muestran la poca preparación que se tiene para atender este tipo de desastres ambientales y sus consecuencias:
“Para México, Otis es realmente un llamado de atención. En 12 horas, una depresión tropical se convirtió en huracán categoría 5. Es uno de los más veloces que hemos tenido en la historia del mundo, con rachas de 330 kilómetros por hora. El océano es un absorbente enorme del excedente de energía generada por el calentamiento global. Cuando se conjunta con un fenómeno de El Niño, el cual tenemos actualmente, se puede pensar en que tendremos en el Pacífico otros fenómenos como Otis.”
La universitaria añade que es difícil encontrar soluciones debido a los intereses económicos. Un buen ejemplo de esto es la pasada COP28, cuyo objetivo es organizar las acciones de las naciones participantes alrededor del cambio climático, pero el evento se realizó en Dubái, una de las ciudades más importantes de los Emiratos Árabes Unidos y, a su vez, una de las naciones con mayores cifras de contaminación gracias a su industria petrolera.
“Debemos de tomar en cuenta que las industrias más contaminantes son las petroleras, las cementeras, las de construcción y el transporte de carros, entonces cómo trabajamos en contra de enormes intereses transnacionales, que hacen lobby en el Congreso de Estados Unidos para impedir que, por ejemplo, se controle el fracking. La pasada COP sucedió en un país petrolero, así que hay una presión enorme en contra de la reducción de gases de efecto invernadero”, comenta.
Al respecto, Amparo Martínez Arroyo agrega: “ha habido grandes avances, que se van dando poco a poco y que no se notan tanto. No son suficientes ni de la envergadura que se necesitan, porque nos estamos enfrentando a una serie de intereses creados y lo que requerimos son cambios en la estructura social y económica”.
“En algunos países hay una falta de confianza en el conocimiento y lo que plantea, por lo que se piensa que tal vez la tecnología, no el conocimiento científico, podrá encontrar salidas que resuelvan el problema. Le están apostando a esto en algunas naciones desarrolladas, porque las industrias no quieren disminuir sus ganancias ni arriesgar, cuando está más que claro que los cambios se tienen que hacer ya”, suma la investigadora y advierte:
“Es un problema social ligado a nuestra forma de desarrollo económico, muy vinculado al mercado y a pequeños grupos con intereses económicos, que, a su vez, son los que están generando la mayor parte de las emisiones del mundo y poniéndolo en completo riesgo. Ante esto no queda más que la organización de la gente y las demandas conjuntas de los países que más lo padecen, aunque la reacción está siendo mucho más lenta de lo que debería ser”, concluye.
FUENTE: UNAM
Fotos: Reuters