Héctor Ortega Rangel
Agencia Reforma
Monterrey, NL 23 marzo 2024.- Cuando al mediodía la llama blanca de los versos revolotea sobre las urnas, recuerda, hijo mío. Recuerda a los desaparecidos que plantaron su conversación como si fueran árboles.
(Wolf Biermann)
Aunque Michael Hamburger nace en Berlín el 24 de marzo de 1924, a los 10 años (huyendo del nazismo) se traslada junto a su familia a Inglaterra. Estudia en Oxford y, con el tiempo, se convierte en un afortunado traductor de poesía alemana al inglés; Hölderlin, Paul Celan, Gottfried Benn, son algunos de esos referentes ya clásicos.
Enclavado también en su visión crítica de la literatura, ejerce la cátedra y la academia a la par de sus publicaciones y ensayos sobre poesía. Su intenso trabajo, alguna vez lo comentara el también poeta Ted Hughes, lo llevaba a un extraño estado de gracia donde su pasión ensayística, de traductor y poeta, se entremezclaba con otro apasionamiento exacerbado, el de su jardín, y en sentido más amplio, con todos los escenarios que la naturaleza le iba ofreciendo.
Observador de su mundo, no deja de extrañarse (incluso) de las vicisitudes que el estado del tiempo trae consigo, y escribe con cierta resignación:
Septiembre
Lluvia y fuertes vientos. Fuertes vientos y lluvia
después de un día templado.
Las peras caen prematuramente, el trigo reventado
se va a pudrir, los duraznos no van a madurar,
no importa si un destello de sol
asoma a través del inquieto pasar de las nubes.
Así es el clima: inútil quejarse.
El clima es por mucho, mucho más de lo que pensamos.
Hace ya bastantes años que Michael Hamburger estuvo en México atendiendo un emblemático encuentro internacional de escritores; dejaba entonces una serie de textos que fueron recopilados en las memorias del evento: «Antología del Primer Festival Internacional de Poesía Morelia 1981» (Editorial Joaquín Mortiz). En el poema «Adámico» de alguna forma se escuchan resonar los oficios de la palabra (el escritor) junto con el hábitat de los árboles y las plantas (el jardinero). La traducción es de Verónica Volkow:
Lleva tu hoz a la yerba floreciente
que los vientos doblan y el sol marchita
y haz un espacio para el árbol joven,
para las frutas tardías de las ramas bajas
Salgo y deposito las buenas semillas en la tierra.
Hay ligereza en el movimiento de los brazos.
¿Cómo podría de otra forma conocer los vientos, sentir el sol?
Saborea apenas el fruto que trabaja para comer,
y come para trabajar de nuevo.
Pronto el sueño empezará a cavar el jardín de mis adentros
tan hondamente que ninguna raíz quedará más
que la de los árboles
De principio a fin mi trabajo deshecho.
En aquel encuentro internacional de poetas en Morelia, tanto Verónica Volkow como Víctor Manuel Mendiola participarían activamente junto a otro grupo de jóvenes escritores de México. Seguramente esto explica que, a partir de aquella instancia, las ediciones de «El Tucán de Virginia» publicaran una antología de Michael Hamburger. Son unos 35 textos, mismos que abarcan desde las tempranas publicaciones de 1941 hasta 1987; traducen Aurelio Major, Miguel Ángel Flores, y la ya citada Verónica Volkow.
De estas páginas transcribo ahora un poema fechado en 1969, cuando el poeta, a los 45 años, se presiente en un impasse, en una espera, un recogimiento que bellamente acompaña con rosas y crisantemos.
Las últimas instancias del día, del año,
la helada no ha llegado, aún.
En el jardín acopias tallos secos, mirando apenas.
Hora de entrar,
tiempo de recoger flores, sólo ahora,
y llevarlas adentro, verano y otoño en ramos
hacia el invierno,
incluso las rosas en la plenitud de sus pétalos
sin prisa de caer.
Es una lenta música la que oímos
tras el viento.
Y los crisantemos
son un fuego lento,
un rojo tan oscuro que apenas brilla
y se extinguiría
de no ser por el amarillo que irradia del corazón.
Rizadas ondulaciones aquí, un acervo olor
como de humo de leña, y allá
encarnada, sedosa, tensa en su blando aliento,
se demora y mezcla.
Ahora, sólo ahora.
Además de la naturaleza propiamente dicha, la esencia del viaje y la atención a la música son otros dos ejes temáticos que frecuenta el poeta. De «Una nota sobre J.S. Bach» transcribo estos versos:
La personalidad era una distracción
que estaba más allá de sus posibilidades.
Una grandeza imposible de capturar
si la persigues
en otro lugar que no sean las obras,
las más modestas y las más grandes.
Único en su afán de corrección,
a cualquier escala, siempre se superaba
a sí mismo.
Su secreto fue devuelto
a donde pertenecía, al silencio,
madre y padre de la música,
madre y padre de las palabras,
su entrada y su origen.
En otros ámbitos, es importante también destacar al escritor en sus publicaciones de crítica literaria, la más visible es «The Truth of Poetry» (1968), misma que se tradujo en México como «La verdad de la poesía / Tensiones en la poesía moderna de Baudelaire a los años sesenta» (FCE – 1991).
En este libro queda en evidencia la pasión de Michael Hamburger por la tradición poética de occidente, principalmente la europea; en el índice de nombres referidos, pueden contarse alrededor de 400 personalidades, principalmente del medio artístico. Cualquiera que tenga curiosidad por las letras y la poesía, podrá valerse de este índice para ampliar o consolidar sus conocimientos; los poetas más ampliamente abordados son, entre otros, T.S. Eliot, Ezra Pound, Stéphane Mallarmé, Paul Valéry, Rilke, Lorca, Fernando Pessoa, Bertolt Brecht, W.B. Yeats; no fueron pocas las revelaciones que encontré en las páginas de este libro: «Es el poema el que le dice al poeta lo que él piensa, y no al revés».
Visto así, la verdad que emana de la poesía reside en el poema mismo, no en el poeta. De hecho, como queda de manifiesto en estas páginas, el poeta se vale de máscaras o personalidades múltiples; además, la lectura de poesía se apropia de esa verdad sin restringirla, sino que paradójicamente, la va ampliando al momento en que las palabras y los versos son leídos: «La palabra correcta en prosa golpea la cabeza del clavo. La palabra correcta en poesía cae como una piedra en el agua, logrando que el sentido (y la verdad aludida) se expanda en un círculo cada vez más amplio».
En uno de los ensayos de este libro, Michael Hamburger ahonda en la idea de las «identidades perdidas»; de hecho, la idea de la identidad del poeta y su disolución aparece no sólo en estos estudios críticos, sino también en sus versos:
Esta mañana pensé que quizá
sólo el poema no publicado preserva su valor,
que publicarlo es arrojarlo
a un tiradero de basura a que se corrompa
junto con los asesinatos de la semana anterior y los resultados del futbol,
los precios de la bolsa, celebraciones sociales y declaraciones políticas.
La argucia me convenció. Velozmente lo mecanografié
y a un semanario muy conocido despaché estas líneas.
Escribir y publicar no es propiamente un ejercicio de desprendimiento, sino que deja, a consideración del poeta, una inquietud íntima, una desasosegada incertidumbre sobre lo que depara al poema, su lectura en manos de otros, su mensaje redimido o reavivado en el otro:
«La incertidumbre es inseparable no solo del acto de escribir y publicar poemas, sino del singular placer que habrá de derivarse de su lectura. Porque corren el riesgo de la incertidumbre, los poetas no pueden estar completamente seguros de saber el sentido de su trabajo o de si sus mensajes serán alguna vez recogidos». (Revista Vuelta 122 – 1987 / La supervivencia de la poesía)
Regresando a la obra poética de Michael Hamburger, se puede precisar que en el 2013 la editorial Lumen publica «La vida y el arte», una antología que, si bien prescinde de los primeros libros del poeta, deja registro de los últimos, cuando el tiempo «cobra» no sólo las facturas físicas, sino también las emocionales.
Comprometido hasta la muerte con las palabras y el quehacer poético, Michael Hamburger se retira de los escenarios y de la vida alrededor de los 83 años.
Desde muy joven había hecho la apuesta, y entrevió a lo largo de su obstinada, incansable trayectoria, las exigencias del oficio: «El joven poeta es un fenómeno sobrevalorado <> Es más fácil ser un joven poeta que uno de mediana edad, y ser un poeta viejo es el logro más grande de todos».
De su último poemario, con la carga irrevocable del tiempo y lúcido en su asombro acorralado, escribe el poema «El paso de los años», del cual se comparten estos versos:
Lo increíble del asunto: levantarse de nuevo,
todavía a diario, con la primera luz del día
por amor a este aire de invierno
colmado de todo lo que más ha venido a menos,
un vacío exuberante,
un algo cualquiera, ahora de nadie;
levantarse de los residuos
que el tiempo fermenta y ha desecado
en largas noches de insomnio.
El peso de todos esos años,
la gravedad que jala hacia la tumba,
beber, bañarse, vestirse
y seguir trajinando
mientras obedezcan las articulaciones dolidas,
cuidar del árbol y podar su follaje,
cavar, plantar, sembrar, desmontarlo todo.
A lo largo de la trayectoria de Michael Hamburger, se le reconoció con distinciones como el Premio Aristeion en 1990 y la Orden del Imperio Británico en 1992. A inicios del 2007, una artista visual inglesa, Tacita Dean, lo visita y graba; en un entrañable filme, queda la evidencia del hombre que procuró con pasión la poesía, y que rodeado de su familia y de un atesorado huerto de manzanos, se encaminó a la muerte en su hogar en Middleton, Suffolk, un día de junio del 2007.
Ahora, en estos memoriales a finales de marzo del 2024, a 100 años ya de su nacimiento, el escritor Michael Hamburger debe ser no sólo recordado por su legado poético, sino también por su vocación de arte y vida, entrega que será siempre recibida (en un regreso esencial) con las gracias de uno de estos días de primavera.
La cita con la que se abre este apunte, la encontré a su vez como una cita que Michael Hamburger hace en uno de sus ensayos. Repito ahora esos versos del poeta y cantautor alemán Wolf Biermann:
Recuerda a los desaparecidos
que plantaron su conversación como si fueran árboles.
Así sea.