TRAS LOS PASOS DEL JOVEN SALVADOR NOVO

 

Francisco Morales                                

Agencia Reforma

Ciudad de México 11 enero 2024.- En ese año de 1921, el alquiler del cuarto en el Centro Histórico constaba de 30 pesos mensuales, con la luz incluida, que los tres jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria, con cierto esfuerzo, lograban pagar a partes iguales.

 

 Hoy, con la excavación y apertura del Templo Mayor, es difícil imaginar el lugar exacto que ocupaban en la esquina de Donceles y República de Argentina, pues la única seña ofrecida es que en el lugar había un balcón que miraba hacia al Palacio del Marqués del Apartado.

 

 Por fortuna, algo del desenfreno y el gozo que se vivió en ese estudio de artistas, habitado por los poetas Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, junto con un compañero de clases, se conserva con una nitidez y detalle que sigue ruborizando a las «buenas conciencias».

 

 «Se trataba de un estudio que en realidad era como su ‘leonera'», puntualiza sobre el lugar el escritor Sergio Téllez-Pon, especialista en la obra y la vida de ambos autores.

 

 En su libro autobiográfico La estatua de sal (1998), Salvador Novo, uno de los poetas que integró el «grupo sin grupo» de Los Contemporáneos, y uno de los cronistas fundamentales de México, registró con desparpajo y con valentía sus días de juventud.

 

 Más allá de sus lecturas iniciáticas y las discusiones intelectuales con sus colegas, el libro es más bien un retrato fiel y sin tapujos de sus experiencias sexuales en el ambiente gay de la Ciudad de México de los años 20.

 

 Es, además, un título que, como explica Carlos Monsiváis en el prólogo, fue escrito por Novo con plena conciencia del acoso, las burlas y las descalificaciones de las que siempre fue sujeto por su homosexualidad, y a las que siempre respondió con la más mordaz sátira e ironía.

 

 «Novo escribe para ser leído algún día, y para ser leído en ese instante por él mismo. Por eso, en primera instancia, La estatua de sal no es provocación sino ejercicio, a través de la escritura, de los derechos negados», escribe en el prólogo.

 

 «Y por eso, hoy, lo que fue ‘vulgaridad indecible’ reaparece como valioso testimonio del cambio de costumbres y del ser excepcional que, sin programa explícito, aceleró cambios sociales y creó una literatura magnífica donde se enriquece nuestra diversidad», concluye.

 

 Una narración que dejó interrumpida y que fue publicada de manera póstuma hasta 1998, pero que es ampliamente considerada como uno de sus mejores trabajos.

 

 «Es muy lamentable que no las haya acabado por su trabajo burocrático, porque yo creo que es de lo mejor de su obra. Como dice Monsiváis, en ese momento Novo estaba escribiendo lo mejor de su obra», reflexiona Téllez-Pon.

 

 «Yo las he leído, a lo mejor, unas 10 o 15 veces, y la verdad es que son buenísimas, espléndidas, la prosa es magnífica, y yo me sigo riendo de lo mismo que me he reído diez veces, en el momento más chistoso», abunda.

Viaje al mundo sórdido

 Este sábado 13 de enero, cuando se cumplen los 50 años de su fallecimiento, el jovencísimo Novo será recordado con un paseo literario por el Centro Histórico, con La estatua de sal como guía.

 

 Téllez-Pon, quien ha ofrecido este recorrido en años pasados para la Coordinación de Literatura del INBAL, tomó la anécdota de la renta del estudio para dotarlo de un tono antisolemne y confesional.

 

 Según cuenta Novo en La estatua de sal, cuando era apenas un adolescente, un pianista miembro de una acaudalada familia de abolengo lo tomó por su cuenta y lo llevó a conocer el lado más oculto de la Ciudad de México.

 

 «El que lo introduce en todo este mundo de la jotería y de la putería es un hermano de los Alessio Robles, el menor, Ricardo», explica Téllez-Pon.

 

 Apodado -por sí mismo- como «Clarita Vidal», Ricardo Alessio Robles llevó al muchacho a conocer los «estudios» más sórdidos de la capital, por el rumbo de La Lagunilla y la colonia Guerrero, donde pudo ejercer sus deseos sexuales con total libertad.

 

 Junto a Villaurrutia y su amante, Gustavo Villa -apodado la «Virgen de Estambul»-, Novo decidió que era momento de tener un estudio propio.

 

 «Las visitas a los cuartos miserables de la ‘Golondrina’ o de Salvador Acosta para un rápido orgasmo, y las más sociales a la casa de ‘Suzuki’ o al estudio de Adalid y la ‘Pedo Embotellado’, satisfacían la necesidad de un hogar, de una compañía franca y libre en que pudiera desatarse nuestra locuacidad confidencial. Pero incompletamente», escribió.

 

 Por ello, en 1921, cuando Novo tiene 17 y Villaurrutia 18, ambos en el último año de preparatoria, deciden rentar el cuarto en la esquina de Donceles y República de Argentina.

 

 «Dimos ‘parte de casa’ a nuestras amistades, y pronto fuimos conocidos en el medio como ‘las chicas de Donceles'», celebró el poeta y cronista en sus memorias.

 

 Lo que pasó en ese estudio -o «leonera»- quedó por siempre plasmado en las palabras de Salvador Novo, aunque la nueva fisionomía de Donceles haya vuelto imposible determinar el lugar exacto.

Camino a la preparatoria

 En la esquina de Ignacio Manuel Altamirano y Joaquín García Icazbalceta, en la colonia San Rafael, ninguna placa o letrero anuncia que en uno de esos edificios vivió, en su juventud, el poeta y cronista Salvador Novo.

 

 Él mismo no da muchas pistas sobre el domicilio más allá de que se trataba de «una casa muy grande», pero, como en el caso de su estudio en Donceles, poco importa mientras las historias que ahí sucedieron sigan vivas.

 

 Es en esa esquina donde Novo y su amigo Jaime Torres Bodet descendían del camión una vez que terminaban sus clases en la Escuela Nacional Preparatoria, donde fundaron el grupo Los Contemporáneos.

 

 De ahí también iniciaba el recorrido inverso por las mañanas, pero esta vez a pie, porque la primera parada era la casa de Xavier Villaurrutia en la colonia Guerrero.

 

 «En la prepa, en San Ildefonso, conoció a Villaurrutia y se hicieron grandes amigos. Como Novo vivía en la San Rafael, cuenta que se venía caminando al Centro y recogía a Villaurrutia, que vivía en Mina 95», explica Téllez Pon.

 

 Esta costumbre de dos amigos es la que dicta el trazo del recorrido literario Las chicas de Donceles, que se llevará a cabo este 13 de enero, a las 11:00 horas, y partirá de la esquina de la calle Mina y Paseo de la Reforma.

 

 «Ahí va a ser el punto de partida, como si Novo hubiera pasado por Villaurrutia y de ahí nos fuéramos hasta San Ildefonso. Ésa es la idea del recorrido: hacer esa caminata que ellos hacían», ahonda.

 

 Con una cooperación de 100 pesos por persona, e informes en el correo serodrite@gmail.com, los participantes podrán recorrer el camino a la Escuela Nacional Preparatoria mientras escuchan anécdotas provenientes de La estatua de sal.

 

 Además, se detendrán en lugares que dan cuenta de la historia de la vida gay en la Ciudad de México, desde el lugar donde se encontraba el «quemadero» de la Alameda, que Novo aborda en su ensayo Las locas y la Inquisición, y en la placa que denuncia la persecución a la homosexualidad en la redada del «Baile de los 41» en 1901.

 

 «Novo tiene mucha presencia y mucho impacto porque es un escritor gay muy apropiado por la comunidad gay, es una figura de la comunidad gay, entonces es como uno de los ‘santos’ de la comunidad», reflexiona Téllez-Pon.

 

 A 50 años de su muerte, caminar por las calles del Centro Histórico en los zapatos de Salvador Novo no hace más que mostrar la vigencia y la importancia de su influyente obra y de su vida ejemplarmente libre.