Ricardo Israel Sánchez Becerra
Agencia Reforma
Ciudad de México 2 enero 2024.- En cama y rodeado de los suyos, el escritor José Agustín parece encarar lo que sus numerosos lectores claman no sean sus últimos instantes.
En el hogar que el autor de 79 años formara con su esposa Margarita Bermúdez en Cuautla, Morelos, se ha recibido el Año Nuevo no con un exultante festejo sino con desasosiego por su delicado estado de salud, como informara este fin de semana el menor de sus tres hijos, José Agustín Ramírez Bermúdez, «Tino», en Facebook.
Considerado un escritor de culto por haber insertado en la literatura mexicana el habla, la estridencia y el ánimo rebelde de la juventud nacional, José Agustín recibió este martes el sacramento de la unción de los enfermos por parte de un sacerdote católico zapatista y viejo amigo suyo, tras lo cual profirió una despedida.
«Con esto ya mi trabajo aquí se va terminando», exclamó en ese momento el autor de obras tan importantes como La tumba -que escribió a los 16 años-, De perfil y Cerca del fuego, como compartió «Tino», quien colaboró con su padre ilustrando la aventura juvenil La panza del Tepozteco hace tres décadas y de nuevo recientemente en una edición conmemorativa.
Desde que se diera a conocer la situación del escritor acapulqueño, orillado a un retiro más bien involuntario por las secuelas de una caída de más de 2 metros en el Teatro Principal de Puebla en 2009, sus no pocos lectores han correspondido el llamado de Tino a unirse en oración por su padre, a quien acompañan también sus hijos Andrés y Jesús, editor y neuropsiquiatra, respectivamente.
Si bien es común que la obra de José Agustín -formado en Letras clásicas y en Dirección cinematográfica en la UNAM- figure bajo la etiqueta de «Literatura de la Onda», destacando al autor como su presunto máximo representante o iniciador, él en realidad no estaba de acuerdo con ello.
«Es una payasada que inventó Margo Glantz. A mí me repatea todo lo que es ‘la Onda’ y el estereotipo que se hizo», reclamaba el narrador en 2011, entrevistado a propósito de que le fuera concedido ese año el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Lingüística y Literatura.
Al reunir la antología Literatura joven de México, Glantz acuñó el término «Literatura de la Onda» para referirse a José Agustín, Gustavo Sáinz, René Avilés Fabila, Parménides García Saldaña y otros escritores de esa generación. Luego, grupos de poder intelectual aprovecharon la etiqueta reductivista para demeritar a quienes eran catalogados con ella.
Así fue como la obra de tales autores era tachada de vulgarización o «plebeyización» de la cultura, además de intrascendente, frivolidad, mero mimetismo, taquigrafía del habla oral y objeto de consumo comercial sin valor artístico.
Mas el tiempo terminó por dar su respectivo peso y lugar a cada quien, particularmente al acapulqueño, cuyos temas, lenguaje y la forma de sus recreaciones superaron las barreras generacionales, con una vigencia que se extiende hasta hoy día y reconocida influencia en numerosos escritores a lo largo del País.
«No era literatura convencional -no podía serlo-, era maliciosa y juguetona, palabras que podría encontrar bebiendo cerveza y echando desmadre en las calles», comparte Luis Humberto Crosthwaite en la introducción de los Cuentos completos de José Agustín. «Dijo a quienes quisieran escuchar que en la creación literaria se tiene que arriesgar el pellejo. O sea, todo escritor es un tahúr, todo escritor se juega la vida en cada párrafo».
«(Ha dejado) una huella perdurable en la cultura mexicana y en la imaginación de quienes nos hemos deleitado desde chavos con su ágil, desmadrosa, rabiosamente maliciosa pero siempre honesta y entrañable voz narrativa», sostiene, por su parte, la escritora veracruzana Fernanda Melchor en su texto incluido en la edición conmemorativa de La panza del Tepozteco.