- Miguel Alcubierre y Carlos Coello dialogan la FIL sobre los riesgos y beneficios de la tecnología.
Guadalajara, Jalisco, a 30 de noviembre de 2023.- La inteligencia artificial (IA) no es, pese al tácito acuerdo de un amante de la ciencia ficción, una tecnología que terminará por rebelarse y acabar con la especie humana. Y aunque parezca una sorprendente novedad, la búsqueda de crear una vida artificial no es nueva: en la tradición judeocristiana se remonta al siglo XVI con el gólem. Por otra parte, la IA como tal fue iniciada por Alan Turing, uno de los precursores de la computación moderna, en los años cincuenta del siglo pasado. No obstante, señaló Carlos Coello, el hecho es que “lo que desconocemos nos da miedo”.
Con esta breve introducción, el doctor en física, Miguel Alcubierre, y el especialista en computación, Carlos Coello, abrieron el diálogo “¿Debemos temer a la inteligencia artificial?”, como parte del programa FIL Ciencia. Una de las vértebras de la charla fue, justamente, la importancia de definir el término IA, ya que, como señaló Coello: “Si la inteligencia no pasa de la conciencia, entonces no es inteligencia”.
Lo que delimitaron los expertos es que la IA se basa en una base de datos, y aunque su desarrollo avanza a un ritmo acelerado, sin la intervención e interpretación humana no son más que códigos. “Las IAs son como ‘cuartos chinos’; máquinas sin conciencia. Una IA no posee la dimensión ética sobre el bien y el mal, eso es determinado por el ser humano”, aseguró Alcubierre, quien además puso como ejemplo la Prueba de Turing (o el juego de la delimitación) en el cual las tecnologías imitan respuestas humanas: “No es del todo fácil identificar la interacción con una IA de una interacción humana”.
En lo que respecta a la suplantación que podría tener una IA sobre las labores creativas, los conferencistas explicaron que sólo combinan información existente, no son creativas en sentido estricto. Lo que sí es probable que 10 por ciento de los empleos actuales sea sustituido por las tecnologías emergentes en el mundo, y que el costo a pagar por estas continúe siendo la invasión de la privacidad.