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Los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas
establecieron en 2015 los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
Martha Patricia Castañeda
Salgado*
Los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas
establecieron en 2015 los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS),
que aspiran a que en 2030 se haya erradicado la pobreza, se establezca el
equilibrio ambiental y se asegure la prosperidad
(https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/); el quinto de ellos es: “lograr la igualdad entre
los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas” (https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/gender-equality/).
Los avances logrados en cada uno de los 17 ODS
están muy lejos de la meta propuesta. Como una medida urgente, ONU Mujeres
llamó a que el 8 de marzo de 2024 se ponga sobre la mesa la inminente necesidad
de “financiar los derechos de las mujeres para alcanzar la igualdad”
(https://lac.unwomen.org/es/stories/noticia/2024/01/dia-internacional-de-la-mujer-2024). La ausencia, deficiencia e insuficiencia de los
recursos destinados a impulsar la igualdad de las mujeres son las evidencias
que conducen a este llamado.
De 2015 –año en que se suscribió el compromiso de
trabajar por la consecución de los ODS– a la fecha, el contexto mundial se ha
vuelto más adverso. En el mundo hay 56 guerras activas, las líneas de pobreza y
de pobreza extrema no se han abatido, el desplazamiento forzado y el número de
personas en tránsito se han incrementado, el acceso a los recursos básicos para
el buen vivir (alimentación, salud, educación, trabajo digno) está distribuido
de forma completamente desigual, a lo que se suma una crisis ambiental sin
precedentes.
Las adversidades que estos hechos delinean se
ciernen con mayor peso al considerar que las brechas económicas entre países y
las desigualdades generalizadas entre regiones afectan de forma igualmente
dispar a quienes habitan cada territorio si se consideran las profundas
diferencias existentes por clase social, configuración étnica, procesos de
racialización y, por supuesto, condición sexogenérica.
Las políticas públicas sin presupuesto asignado y
ejercido de forma correcta y transparente no logran impulsar los cambios
sustantivos que se requieren
En este contexto, la situación de las mujeres es el
fiel de la balanza que muestra la profunda contradicción que hay entre los
esfuerzos por obtener la igualdad de género y la realidad. Las condiciones de
vida mencionadas se articulan con el ejercicio cada vez más alarmante de la
violencia de género en todas sus expresiones y la conculcación de los derechos
económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales de las mujeres. El
resultado es una situación generalizada de injusticia.
La constatación de la injusticia es el punto de
partida inobjetable para actuar. Al respecto, Nancy Fraser señala: “…no
necesitamos saber qué es la justicia para saber cuándo algo está mal. Lo que
debemos hacer es afinar nuestro sentido de la injusticia… Este proceso de
pensamiento negativo es el único que activa nuestro concepto de justicia, lo
redime del reino de la abstracción concretándolo, enriqueciéndolo y
convirtiéndolo en algo que puede dar frutos en este mundo”.
El hecho de que ONU Mujeres considere un imperativo
invertir en ellas y dedicar recursos a financiar la igualdad de género, apela a
reconocer y resolver esa injusticia generalizada. No se trata de un mero
ejercicio presupuestal, sino de revertir la injusta y desigual distribución de
los recursos que deberían beneficiar a todas las personas que habitamos el
planeta. El objetivo es implementar procesos de justicia distributiva, cuyo
fundamento (como señaló John Rawls) es el reconocimiento de la diferencia que,
junto con la heterogeneidad y la diversidad, está en la base de la construcción
de la igualdad sustantiva.
Este llamado es un reconocimiento de lo mucho que
queda por andar y de que las políticas públicas sin presupuesto asignado y
ejercido de forma correcta y transparente no logran impulsar los cambios
sustantivos que se requieren para que las mujeres vivan en condiciones adecuadas,
con pleno acceso, ejercicio y respeto a sus derechos. En este contexto, de
nueva cuenta vienen muy bien las palabras de Nancy Fraser: “…Convirtamos la
justicia en la virtud primordial no sólo teóricamente, sino también en la
práctica”. Llevar a la acción la justicia distributiva hacia las mujeres debe
ser un compromiso institucional impostergable.
FUENTE: UNAM